Cuando Luna
nació su papa
consiguió un cachorrito
para que, no
se sintiera sola
nunca. Fueron bebes
o cachorros juntos
y crecieron juntos
enredados en juegos
que, se inventaban.
El tiempo pasaba
rápido, crecían cada
dia un poco
y llego el dia en
que el papá
de Luna le
dijo que debía
hacerse cargo ella
de darle de
comer y ponerle
agua fresca a
Peludo. Era su
responsabilidad asegurarse de
que no le
faltara nada. Luna
se lo tomo tan en
serio que Peludo
engordo, hubo que
explicarle que, no
podía darle de
comer todo lo
que, pidiera, no
tenia freno y
engordaba. Luna puso
a Peludo a
dieta. Peludo opinaba
que se podían
dejar de dar
vueltas y dejarla
a Luna, evidentemente
era la que
sabía que necesitaba
él, pero nadie
escuchaba las opiniones
de Peludo. Cerca
de la casa
donde vivía Luna
con los papás
y Peludo, pasaba
una carretera muy
transitada y en
un descuido Peludo
se escapo con
tan mala suerte
que un coche
lo atropello, un
veterinario trato de
salvarlo pero Peludo
se fue al
cielo de los
perros buenos como
papá le explico
a Luna que
se quedo muy
sola, echaba de
menos a Peludo,
sus lametones, su
alegría y su
compañía.
Los papas de
Luna viéndola tan
afectada pensaron que,
un cachorro la
ayudaría a no
estar tan triste,
no olvidaría a Peludo, eso
sabían que no,
pero estaría acompañada
y entretenida.
Así llego
Pulga a la
vida de Luna.
Fue amor a
primera vista, Luna
quedo encantada con
esa bola de
pelo inquieta y
calentita que gemía
si ella se
alejaba. El trabajo
de darle mamadera
lo asumió ella
ayudada por la
mama que, supervisaba
las tomas para
que nada saliera
mal. Dormía en
su camita bajo
la cama de
Luna hasta que
fue tan grande
que no entraba,
se le puso
su cama a
un costado donde
no molestaba y
ahí dormía o
velaba algún sueño
inquieto de Luna.
Cuando todos dormían,
subía a los
pies de la
cama y si
Luna era despertada
por una pesadilla
lo metía adentro
de la cama.
Los papas no
querían verlo metido
dentro de la
cama así que Pulga se e escabullía en
cuanto sentía un
ruido. No engañaba
a la mama
que, veía los
pelos y sabia
que el bandido
había estado en
la cama. Mamá
se hacia la despistada, no
veía ningún pelo,
ni uno.
Pulga creció
y se hizo
un perro enorme,
el jardín les
quedaba chico a
Luna y a él, cosa
evidente por el
destrozo que hacían
en el jardín.
Los papás autorizaron
a que salieran
fuera del jardín,
siempre que no
se separaran. ¡Bueno,
bueno, que libertad!
Para el lado
de la carretera
no podían ir,
para el otro
lado había un
montón de campo
para perseguir bichos
o simplemente correr.
Pulga no da abasto para
perseguir tantos olores,
le sobra nariz
y le faltan
patas. Cuando mama
chifla los dos
regresan contentos y
agotados de tanto
jugar. Baño, cena
y a dormir.
Pulga no se
baña, no le
gusta nada, hay
que obligarlo tarea
que recae en
papá en cuanto
mamá le dice
que huele a
perro. Pulga se
olfatea, porque no
entiende a que
otra cosa puede
oler más que
a perro; cuando
ve a Luna
con el tarro
de shampoo y
al papa semidesnudo
sabe lo que
se viene, corre
de un lado
a otro hasta
que, lo agarran
y le bañan.
Un día
de lluvia están
encerrados en casa,
solo falta el
papá, Pulga siente
unos ruidos y
se levanta alerta,
Luna y la
mamá nunca le
vieron así; gruñe
y el pelo
del lomo se
le eriza, no
ladra ni una
sola vez y
por eso los
ladrones no saben
que esta esperándoles
en el sofá,
solo ven llegar
un montón de
colmillos que les
muerde, retroceden, corren
pero los colmillos
muerden con saña,
corren los dos
ladrones bajo la
lluvia con Pulga
mordiéndoles detrás. Esa
actuación le vale
que lo colmen
de mimos, se ha portado
como los buenos,
defendió la casa
y a quienes
la habitan, es
un súper perro.
Pulga se hace
viejito acompañando a Luna mientras
estudia, juegan cada
dia menos pero
siguen durmiendo en
la misma habitación
y aunque Luna
ya no le
mete en la
cama, el se
sube y hecha a sus
pies. Nota el
cansancio en los
huesos, le faltan
ganas de moverse,
solo cuando sospecha
que le quieren
bañar reacciona lo
más, rápido que
puede e intenta
huir. Una mañana
Luna no puede
despertarlo, la mamá
tampoco, ha muerto
mientras dormía.
Luna llora
agarrando a su
amigo, tiene doce
años y una
angustia profunda; su
papá perdió muchos
perros y tiene
un truco para
que duela menos,
le cuenta esta
historia, la que él, ha
inventado para que
duela menos. Yo
creo que mis
perros: Tarzan, Elmer,
Pantera, Hocico Torcido,
Capitán, Cimarrón, Grandote,
Nepomuceno y mis
caballos: Pingo y
Pantera; todos juntos
viven en una
pradera enorme, llena
de ríos y
bosques, por donde
pueden correr libres
sin que nadie
les moleste. ¿Por qué
tantos perros papi?
Porque había una
carretera que los
mataba, porque me
los envenenaban y
algunos morían de
viejos. Entonces en
cuanto alguno moría
yo conseguía un
cachorro, no era
para olvidar al
perrito que acababa
de morir, nunca
los olvide, era
para no sentirme
solo. ¿Me vas
a conseguir otro
cachorrito? Si, ya
empiezo a buscarlo.
¿Cómo eran tus
perros papi? Eran
grandes, con colmillos
que imponían respeto.
Algunos hacían más
caso que otros.
Tarzan me salvo
la vida cuando
yo tenía dos
años, no me
dejo bajar a
una cantera llena
de agua, me
agarraba del pañal
y me alejaba,
lo hizo hasta
que tu abuela
llego. Hocico era
una perra muy
limpia, se bañaba
sola en la
cantera, nunca tuve
que bañarla, tu
abuela decía que
yo era de
la perra, que
ella era mi
dueña y creo
que es verdad.
Nepo era aficionado
a asustarme, llegaba
sin ser visto
y me hacía
saltar. Todos tenían
algo que les
distinguía, todos eran
buenos perros. ¿Y
los caballos papi?
Bueno Pingo era bastante vago,
era imposible cansarlo,
correr no corría
nada y Pantera
hacia lo que
le daba la
gana, era muy
rebelde. Se te
parecía papi, era
como vos. Ya
me siento mejor,
duele y le
voy a extrañar
pero si esta
con tu perros
estará bien, ¿dónde
lo enterramos? En
el jardín tesoro,
así siempre estará
cerca. ¿Me dejas
ayudarte? Claro que
si, vamos.