Tres historias
que las pintan
con justicia, tiernas
como la manteca,
más duras que
el pedernal. Un
baluarte donde maridos
e hijos encuentran
refugio. En silencio,
escondidas, invisibles, cuando
faltan, se desmorona
todo.
Historia uno.
Una estancia
pasa cierto tiempo
abandonada, el dueño
contrata a una
pareja joven para
que pongan al
dia el trabajo
atrasado. El, George,
es un domador
reconocido y valorado
que domina todas
las tareas campestres:
ella, Claudia, es
hija de un
capataz de estancia,
conoce y domina
todas las tareas
del campo, esta
de siete meses
largos de embarazo,
cuando llegan y
se instalan.
Limpian la
casa, la pintan
porque viene un
niño, George le
prepara un huertito,
lo cerca para
protegerlo y se
pone con las
tareas pendientes. La
tropilla esta suelta,
no tiene perro
y sin caballo
no hace nada.
Busca en el
galpón y encuentra
un lazo medio
podrido, lo convierte
en unas boleadoras
aceptables y con
ellas bolea a
un tostado petiso
y chambón. Lo
toca y sabe
que esta domado,
salta en pelo
y sin riendas
y pa las
casas. No es
ningún matungo. Enfrena,
ensilla y sale
a buscar a
la tropilla. Los
encierra a todos
y va apartando
los domados, cinco,
el resto potros
y baguales. Necesita
más caballos para
poder rotarlos y
que no se
le vengan abajo;
la primer tarea
es empezar a
domar a los
que no lo
están.
Claudia esta
de ocho meses
y el no
quiere que le
ayude, es peligroso.
Cuando un domador
sube a un
bagual y lo
suelta a campo
abierto suele hacerlo
asistido por un
apadrinador como mínimo,
este monta un
buen caballo, un
pingo de ley,
que le permite
llegar al potro
anticipándose y /o bien
saca al domador
él, agarrándolo de
la cintura o
este se pasa
al caballo domado.
Es peligroso, hay
que ser buen
jinete y el
caballo estar bien
adiestrado. Imagínense hacerlo
solo, sin que
nadie te saque
o llegue y
te ponga un
caballo para que
bajes. Es bastante
más peligroso y
Claudia lo sabe
igual que el.
Ella se pone
muy, muy terca,
el no va
a domar solo,
ella apadrina. Amadrina.
George la
eligió como mujer
por eso, la
sabe una compañera
barbará, capaz de
dejar en evidencia
a cualquier hombre:
domando, carneando, tropeando,
trenzando, esquilando, marcando,
lo que sea.
Están solos y
si un potro
lo lastima, ella
tendrá que conseguir
ayuda sola, si
le pasa algo
al bebe, se
muere pero tampoco
hay mucho donde
elegir.
Le dice que
la lobuna es buena yegua,
ella elige al
tostado petiso, sin
haberlos montado. Con
el primer potro
ya se ve
que ella consigue
del caballo, todo
lo necesario, llega
siempre, no puede
sacarlo por la
barriga, si no,
lo arranca como
si fuera un
niño, pero le
pone el caballo
para que el
pueda pasarse. Apadrinadora
de primera y sin caballo,
con una barriga
de ocho meses.
Claudia no
se siente especial,
o más dura
que otra mujer,
creció en el
campo, su abuela,
su madre son
de campo y
cuando el marido
está solo, no
hay otro hombre
para ayudarle, ellas
hacen de hombre,
sin importar la
tarea y dando
la talla.
George consigue
algo de ayuda
de un amigo
y Claudia que,
está por salir
de cuentas ve
como su marido
aguanta corcovos protegido
por el amigo
que, lo apadrina.
Una semana más
tarde dará a
luz una beba
hermosa.
Historia dos.
La señora
embarazada trajina en
la cocina, quiere
dejar todo limpio,
la hora esta
cerca, es su
tercer embarazo y
nota que llega.
Los dos niños
duermen en sus
camas, el marido
ronca, se acuesta
pero no puede
dormir, las primeras
contracciones aparecen, no
despierta al marido,
tratara de aguantar
hasta la mañana,
está muy cansado,
que duerma. A
las tres de
la mañana rompe
la bolsa, nene
desperta que viene
y el marido
se levanta, va
a la cocina,
aviva el fuego,
pone agua a
calentar, se lava
las manos bien
y atiende a
su esposa. Están
solos, a veinte
kilómetros de la
ruta, por un
camino que da
pena, a unos
buenos cuarenta kilómetros
del pueblo, el
médico, la ayuda.
Sera la tercera
vez que ayuda
a un hijo
a nacer, no recuerda cuantos
terneros, potrillos o
corderos ayudo a
lo largo de
su vida. Es
lo mismo, una
vida que llega,
sabe qué hacer
y cómo hacerlo.
Lo hace. La
madre y el
niño descansan en
la cama, el
matea en la
cocina, clarea, a
eso de las
nueve se lleva
a la familia
al pueblo y
que el médico
revise al niño
y la señora.
Siente ruido de
motores, sale y
dos camionetas cargadas
de hombres preguntan
por el dueño,
vienen a pegar
unos tiros y
andar a caballo.
El dueño no
está, no se
sabe cuando viene.
¿Desayunaron? ¿No? Entra
y le dice
a la mujer
que unos amigos
del patrón quieren
andar a caballo
y pegar unos
tiros. No han
desayunado. Ella se
levanta, asegura al
bebe en su
cuna y se
mete en la
cocina, reaviva el
fuego de la
cocina y hace
desayuno para doce.
No para y
se pone con
la comida, sin
sacarle un ojo al bebe,
es un cielo,
casi ni llora.
Después de
comer uno de
los visitantes consigue
hablar con el
dueño de la
estancia quien le
comenta que la
señora del capataz
esta por tener
familia, ya debería
haber tenido en verdad, ¿puede
averiguar qué pasa?.
Cuando el hombre
se entera de
que lo tuvo
a eso de
las cuatro de
la mañana y
son casi las
cinco de la
tarde, que se
ha pasado todo
el dia junto
a la cocina,
decreta que se
van todos y
la señora y
el bebe, al
médico. Nadie discute,
las dos camionetas
y la vieja
Jeep de la
estancia, con toda
la familia arriba
ponen rumbo al
pueblo.
Historia tres.
La
vecina era flaca,
era Maestra y
una fenomena como
la copa de
un pino. Su
marido hoy es
reconocido, en aquella
época se le
empezaba a valorar,
no ganaba casi
nada, era el
sueldo de ella
el que paraba
la olla y
los abuelos que
todavía no lo
eran. Tenía, supongo
que tiene, algo
que me hizo
admirarla desde el
minuto uno. Era
como Graciela o
Cristina, Maestras que
tuve, unas fenomenas
que, lidiaron conmigo
como no enseña
el IPA. Le
pusieron corazón, me
conquistaron, me redujeron,
me anularon a
puro corazón y
ternura, nunca dude
que eran del
mejor acero: me
ofrecían ternura, tenían
acero, ¿qué quería?
De ellas ternura,
no habría podido
con su acero.
Primer embarazo: nena. Desde
que levantaba dos
cuartas del suelo
se veía: fenomena
como la madre.
Una niña encantadora
que, ya mostraba
lo formidable que
seria.
Embarazo dos: nene.
El nombre lo
eligió su hermana,
una argumentación pesada
implacable: es mi hermanito,
yo lo voy
a cuidar, yo
elijo su nombre.
Más o menos.
Es un niño
tranquilo.
Ella sigue
trabajando, el no
gana nada, los
abuelos bancan. Nunca
una queja, nunca
una mala cara,
nunca deja de
ser ella, siempre
educada e incluso
alegre.
Embarazo tres: nena.
El nombre puesto
entre los hermanos.
Es una beba
súper mansa. Cuando
arranca a berrear
parece que la
están torturando.
Una tarde
llego golpeo y
me dice que
pase, empujo la
puerta y me quedo fascinado
por el cuadro.
Mi vecina revuelve
una olla con
la mano derecha,
con la izquierda
agarra a la
beba y con
el pie izquierdo
mueve, el carrito
del nene. Prueben,
visualice, inténtenlo. Y
encima habla con la
grande que, pinta
a sus espaldas,
no se lo van a
creer: creo que es
feliz.
Artigas, Durazno
y Canelones. Tres
mujeres que conocí.
Así son las
mujeres: hacen lo
que tienen que
hacer, calladitas, tanto
que nos atrevemos
a llamarlas el
sexo débil. Siempre
a la sombra,
llorando escondidas, sin quejarse, apretando
los dientes con
fiereza, guardando secretos
que hundirían barrios,
haciéndose las mas
bobas del universo,
perdonando generosas, vengándose con
saña cuando amerita,
abrazando, acariciando, empatizando.
Hombre que me
lees abraza y
besa a esa
mujer que esta por
la casa, cuélgale una
sonrisa en la
cara, ella suele
hacerlo por ti
y sin que nadie se
lo pida.
A
mí no me
engañan: no las quiero
de enemigas.