Ya les
comente que una
madre cuyo hijo
que es un
salame de larga
duración, 18 años
ya, 5 lejos
del tatami me
llamo. Mariza sabe
que no voy
al gimnasio, sabe
que ando peleado
con mi sombra,
sabe que si
llama yo acudo,
siente que soy
su última bala.
Le doy una
semana al salame
para que me
llame. Después caigo
en su casa
y empieza a
arrepentirse de no
llamarme y hasta
de existir. Dentro
de una década
me busca para
abrazarme.
Otra mamá
me llama, la
nena tiene dificultades,
no sabe cómo
manejarla, hace un
par de años
hubo una crisis,
y yo lo
arregle, su hija
sostiene que soy
un ídolo y
ojo: escucha lo
que digo y si le
ordeno algo, lo hace. Le
digo que nos
vemos en el
bar de la
esquina del gimnasio,
me explica el
problema, te lo
arreglo en diez
minutos, tranquila. Entonces me
pregunta porque su
hija esta tan
enganchada al Judo,
es como una
locura. Le explico
que su nena,
14 años, siente
que es respetada
en viajes, concentraciones, campeonatos,
sabe que la
cuidan hasta los
de otros gimnasios,
siente que es más que
ella, es su
Sensei, el compañero
admirado por todos,
ese loco que
vino del Sur,
que si le
molestas a una
guacha te puede
moler a palos,
se siente contenida.
Le hablo del
fin último del
Judo, el objetivo
máximo, que no
es otro que
formar personas útiles
a la sociedad
en que viven.
Lo sé, lo sé, medallitas
y bobadas no,
personas útiles a
la sociedad en
que viven. Le
cuento de los
principios, le hablo
de ética, honor,
moral, responsabilidad, de
obediencia debida siempre
que la orden
sea ética y
suelta: ¿Por qué vos
sabes eso y
a quien le pago no?
Lo sabe, solo
que lo olvido.
¿Por qué un 7 dan no actúa como tú? Porque
yo estoy equivocado
y el no.
¿Por eso lo dejaste? Si. Deberías volver,
los niños quieren
que vuelvas y
los mayores también
y los padres
más que nadie.
Le explico que
si me ponen
condiciones inaceptables yo
no acepto: cinturones
negros dejados caer
en el suelo,
falta de respeto,
clases cortitas y
livianitas, y cuidado,
y eso no
que es peligroso
y gimnasia no
que aburre y
caídas no que
no le gusta a la
gente. En la
semana hablare con
su hija, seguirá
haciendo Judo, competirá
y sacara medallas
pero además estudiara
mas y ayudara
a la madre
en casa y con el
enano del hermano,
este me pregunto:
¿Por qué no vienes
más? Todo ojos
y orejas, no
te atrevas a
mentirle Rafa, no
te atrevas; tampoco
le tires toda
la mala onda,
decile algo que
el entienda, que
le cierre. Los
segundo caen con
lentitud, el me
mira expectante, le
digo: porque ya
no me divierto,
ya no rio.
Vale dice, ¿la
tarea? Jo no.
Arranca con los
viejos a estudiar,
dale. Y arranca.
Estaba en
la esquina del
Gimnasio, pasaban los
vecinos, viví hay
cerca varios años,
durante doce años
me vieron entrar
al gimnasio, parezco
la reina del
carnaval. Padres que me abrazan,
compañeros que llegan: Sensei volves?
No soy Sensei,
no vuelvo. Maestro
volves? No soy Maestro, no, no
vuelvo. Paco se
queda conmigo hablando,
llora de la
risa, me suelta
que eso que
digo y defiendo
es de mentalidad
Oriental, Japoneses y
Chinos, que esos
están locos. ¿Y
yo que soy?
Vos estas fuera
de concurso. Más
compañeros: ¡Volves!
Buenísimo clases de
Judo como debe
ser. No, no
vuelvo. Joder que
mierda. Otro encima
me dice que
si no me
gusta que me
diga Sensei me
ponga el Judogui
y le patee
el culo. Le
digo que no
tengo Judoguis ni
cinturón, los tire.
Resulta que soy
un criminal, eso
no se hace,
¿Cómo van a
estar contaminados Sensei?
Porque uno era
azul, yo no
soy competidor, y
el otro no
fue usado adecuadamente. Tranquilo
te compramos dos,
subí dale, volve.
Estamos huérfanos. No
vuelvo, no subo,
no soy Sensei
y al que
me compre un
Judogui lo reviento.
Paco me
recuerda que uno
es lo que
los demás le
consideran, según yo
le enseñara. Excepciones
Paco, esta es
una, olvídate. Tendrías
que ser quinto
o sexto Dan,
con ese grado
serias Maestro, un
Sensei. Te recuerdo
que soy primer
Dan Paco, en
Uruguay segundo Dan,
pero acá no
vale y tuve
que empezar otra
vez, marrón en
una semana, esperar
tener los papeles
y rendir examen
para cinturón negro
y además no
soy ni monitor.
Rafa para no
ser nada yo
me quedo loco,
todos queremos que
vuelvas, los padres
están desesperados para
que vuelvas, la
clase es livianita,
fácil, inaceptable, pero
peor es nada.
Tenes razón, pero
no se puede
hacer nada, volve
y ya está.
Anda a entrenar,
no sudes mucho.
Pero qué hijo
de puta, si
no vamos a
traspirar nada.
Para Gabriel
B también soy un Sensei,
discutimos media hora.
Le acepto ser
un hermano, soy
tu hermano mayor
le digo. Eres
mi hermano mayor
Sensei me dice
el muy payaso
y agrega: “Te he
visto enseñar dentro
y fuera del
tatami, preocuparte por
todos, hablar con
los padres, acá
nadie quería hacer
suelo, ahora hay
cinco que son
como vos, inaguantables, te
he visto enseñar
a uno que
recién empieza a
caer y tenerlo
cayendo en un
mes, llegar temprano
y corregir al
que estuviera lo
que fuera que
te preguntara y
todo porque querías,
te gustaba, gratis.
Para mi sos
Sensei, te guste
más o menos,
lo siento Sensei,
todos creemos que es así,
importa poco que
diga tu Federación
o esta o la Internacional. Además
en todos estos
años nunca tuviste
una clase para
vos, siempre fue
para nosotros. Cuando
nos entrenabas decías
que si lo
hacíamos duro en
ningún lado pasaríamos
vergüenza, nadie, ninguno
de nosotros ha
pasado vergüenza ni
nos han lastimado.
Siempre una palabra
de aliento, siempre
exigiendo mas estudios,
siempre dando ejemplo,
te podemos decir
lo que sea
que escuchas atento
y dictas sentencia,
siempre justas, medidas,
calibradas. Lo siento
Rafa Sensei, ni
puto caso te
hare, tú me
enseñaste esto, tú
me dijiste que
si pensaba que
algo era de
determinada manera, lo
sostuviera contra viento
y marea. Eres
un excelente hermano
e inmejorable Sensei,
tú con veinte
años mas, Sensei
de Senseis.” Lo
abrace y me
fui, ¿qué decir?
Ni llore, la
furia me azotaba
despiadada, conozco los
síntomas, una hora
sentado en el
coche temblando, ni
Led Zeppelín y
Escalera al Cielo
en un bucle
me calmaba. Estar
lejos de ellos
me pesa, que
mi hija no
pueda disfrutarlos me
destroza, que alguien
quiera hacerme creer
que el Judo
es una medallita
y absolutamente ningún
compromiso me prende
fuego y ardo
virulentamente.
Sé que
no lo soy,
Sensei, se que
nunca lo seré, pero ahora
debo tener cuidado
y estar a
la altura de
las expectativas que
genere y eso
si que puedo
hacerlo. Ni uno
dejo de preguntar
si volvía, ninguno
hizo como que
no me veía,
no sé que
esperaba yo pero
desde luego no
lo que hicieron.
Son excelentes personas,
andan en la
veintena o alguno
más y desde
los diez me
tuvieron ahí, acompañándoles, ayudándoles,
enjuagándoles las lagrimas,
riéndonos, volviéndolos locos;
son más que
hermanos, son hijos.
El cariño
de los padres,
el reconocimiento de
aquellos cuyos hijos
e hijas dieron
guerra. Ver subir
a Virgencita María
a entrenar, hecha
una mujer y
acordarme cuando la
madre la trajo,
con 13 años y
ahora pisa
los 20, desesperada
porque no había
manera y le
habían dicho que
Rafa el Uruguayo
en Judo hacia
maravillas con los
jóvenes, me reconcilio
con mi sombra.
Ni Psicólogos ni
nadie ni nada:
Yo y el
Judo, ahí está.
Esa es una
medalla. Y no era nada más que
un alumno aventajado.
Fue la
constatación de que no estoy
equivocado, me llaman
a mí, los
padres y sus
hijos entrenan con
un séptimo Dan,
para que resuelva
dificultades. Sean grises,
y sigan haciendo
del Judo un
deporte, solo un
deporte, cuando es
un Arte Marcial
con una Filosofía
de Vida envidiable.
Yo me niego,
yo sé un
poco de Judo,
el suficiente para
ayudar a los jóvenes, de
las técnicas, los
Katas y la Política se
puede ocupar quien
quiera. Triste es
que un séptimo
Dan no sea
capaz de colaborar
con los padres
de sus alumnos
para resolver las
complicaciones derivadas de
ser joven y
solo importe una
medalla.
Yo soy
Rafael Firpo, aun
no se caer,
pero si se
cuando algo está
bien o algo está mal. No está
bien que un
cinturón negro este
con uno amarillo
vea que hace
las cosas mal
y no lo
corrija; no está
bien que los
jóvenes no cuiden
a los veteranos;
no está bien
llegar tarde, dejar
los teléfonos prendidos
y no saludar
cada vez que
toca; no está
bien hablar todo
el tiempo y
no sigo porque
me aburro.
Encima mañana
me compro un
Judogui inmaculado, blanco,
azul para competir
y nada más,
me compro un
cinturón blanco, pa
que nadie crea
que yo me
creo más de
lo que soy
y a ese
Dojo se vienen
más de la
mitad de mis
compañeros nada más
se enteren donde
estoy y seré
un ladrón de
alumnos para redondear.
Pero yo no
llamare a nadie,
quien venga será
porque alguien le
dice que estoy
en tal Dojo
y porque donde
está la clase
es de camino
suave, no de
Judo.
Tengo invitaciones
para entrenar y
Judoguis en préstamo,
saben que lo
necesito, saben que
ellos me daban
más de lo
que yo les
brindaban, se sienten
huérfanos y en
cierta medida traicionados
y aun así
ofrecen generosos, ahora
empiezan a entender
aquello de dar
sembrando para en
el futuro tener
algo que cosechar.
Ni siquiera seria
a cambio de
que yo volviera,
no, solo para
que yo disfrutase
un rato, riera
como un loco,
como lo que
soy. De alguna
manera saben que
llevan la semilla,
saben que les
contamine con Judo
de verdad, ven
a Vicente, Oscar,
Iván, George, Claudia, Alba,
Víctor y los
demás. Suelo es
Firpo todo. Todos
los agarres jugando
al límite, míos.
Yo no les
enseñe gran cosa,
solo a pensar,
a intentarlo millones
de veces, a
buscar la modificación
del agarre que
les diera resultado,
a trabajar duro.
Si mi
hija acepta entrenar,
mi mujer exige
que yo vaya
a entrenar adonde
quiera, pero que
vaya. Es Ippon mío con
mi nena y
de mi mujer
conmigo. Espero que
Lunita agarre viaje,
ya me encargare
yo de que
entrene duro, muy
duro y que
así nunca le
ponga un tipo
la mano encima,
si ella no
quiere. Estará bien
empezar por tercera
vez a aprender
Judo, esta vuelta
seguro aprendo a
caer. Quiero entender: O
soto gari. Dicen
que el grado
de España se
reconoce en todo
el mundo, bueno la
FUJ decía lo
mismo y resulto
ser mentira, una
patraña; por si me vuelvo
a mudar, da
igual, empiezo otra vez, no
pasa nada. Ser
el último de
la fila tiene
ventajas y acá
hay un Sensei
en Uruguay riéndose
mal. Le tocaba
amenazarme para que
diera un examen,
que paciencia Jigoro
Kano, que paciencia.
Ahora no, pero
si me subo
al tatami, la
fila es de
estacas, bajan en
cascada, saludan en
cascada y se
levantan igual, el
único Dojo o
Gimnasio que lo
hacía. Si no son capaces
de saludar como
es debido no
pueden pretender aprender
Tani Otoshi, primero
hay que saber
saludar; aprendieron a
hacerlo muy rápido
además. Tani Otoshi
les cuesta, no
escuchan, no miran,
no se esfuerzan.
Sobre todo
por si yo
estoy equivocado y
el resto tiene
razón, por más
que yo crea
que todos los
que están matando
al Judo siendo
tibios y haciendo
las cosas mal
son los que
lo extinguen. Por
las dudas, por
si mi ego,
mi soberbia, mi
orgullo se han
ido muy arriba,
los machaco, nadie
ni nada soy
en Judo. Por
las dudas cinturón
blanco y el
ultimo de la
fila, por tercera
vez. Alguno pensara:
hay trampa, no
puede ser, pensara
un poco y
descubrirá la verdad:
ha cerrado el
circulo, cinturón blanco,
decimo Dan, válgame
Dios, ¡se volvió
loco! Y luego
reirá a mandíbula
batiente y se
quedara tan pancho:
es el de
siempre.
El simple
hecho de que
padres y compañeros
creen que debo
estar ahí, los
primeros para que
les ayude con
sus hijos y
los segundos para
volver a divertirse
dejando el tatami
empapado de sudor,
me ayuda a sobrellavar la
soledad del exilio
auto impuesto, no
estoy para nada
equivocado, lo dicen
padres y compañeros.
Igual si que
soy un Sensei
aunque me niegue
a verlo y
aceptarlo, que me
niego rotundamente; pero
nada me impide
hacer lo que
un 7 Dan
no está haciendo
y debería. Nada.
Y nunca debería
darse una situación
así, como tantas
otras; no dejo
a los niños
y jóvenes tirados,
no me da
la gana ni
a sus papis
y mamis, confiaron
y confían en mí; mis
compañeros son grandes,
podrán soportarlo, yo
no importo, aunque
nunca más pueda
ponerme un Judogui,
hago lo que
debo, tuve Senseis,
me enseñaron bien
no imagino a
Estol o Erlich
aceptando que yo
deje a los
papas y a
los jóvenes haciendo
chilenitas en los
yuyos, mi viejo
me da una paliza si
permito que un
niño este desatendido
en un tatami.
Como ven, no
solo es lo
que yo crea,
es lo que
ellos esperan de
mi, y no se ustedes,
pero yo, Rafa
Firpo, no me
atrevo a fallarles
a Estol, Erlich
y Firpo. Cuestión
de honor, lealtad,
deber, compromiso, deuda,
ética, responsabilidad; que
esos señores sientan
que por lo
menos uno, uno,
aprendió algo de
lo que ellos
enseñan. Es de
risa que sea
yo, entre todos,
los sé, el
menos talentoso, el más rebelde,
el mas díscolo,
el que menos
podía pensarse, muy
paradójico, mucho.
No piso
un tatami, pero ayudare
a niños y jóvenes y
a sus progenitores
a resolver conflictos,
crecer, avanzar en los estudios,
esquivar las drogas,
les diré lo
que no les
están diciendo, sentado
en el bar:
Uchi ki Taoshi.
No vale para
competir, pregúntale a
Fulano, hacela, divertirte.
Estrangula de pie,
Mengano sabe que
te enseñe. Y así, tomando
café con leche,
hablando con los
padres, haciendo Judo.
Si, si, si:
Judo, probablemente más
importante que ganar
una medallita, no
todos llegaran a
ser campeones olímpicos,
todos deberán vivir
e incluso alguno,
enseñara Judo.
Una mama
me dijo que
borraba al hijo,
que lo llevaba
adonde yo estuviera,
cuando le dije
que no había
adonde llevarlo porque
yo estaba en
mi casa aburrido
amago a llorar,
le di mi
palabra de que acudiría
a
su llamada, le
dije que lo
dejara al guacho
ahí, mejor que nada es
y yo hago
el resto, quédate
tranquila, hablo con
los más grandes,
ellos me cubren,
se arregla, en
serio, va a
mejorar en casa
y el instituto,
vos tene confianza.
En ti Rafa,
yo solo confió
en ti.
Pasaron más
cosas de 19
a 22, algunas
las guardo. Hubieron abrazos
que no por
esperados llenaron menos,
insultos buscando que
subiera y los
pateara, apretones de
mano que sellan
pactos de por
vida y una
frase lapidaria, que
no es la
primera vez que
escucho referida a mí:” Eras
el alma de este tatami,
esta vacio ahora
que no estas”