Josep,
un amigo Judoka,
necesita conseguir un peón para
la obra en
la que trabaja.
El la dirige,
con la ayuda
de un encargado
de obra, Julio,
que nadie quiere. Es
muy exigente y
nadie le aguanta,
los peones le
duran poco, se
van o los hecha. Hablan
y se ponen
de acuerdo en
buscar a alguien,
de casualidad nos
vemos y me
ofrece el puesto.
Acepto, el trabajo
que tenia era
una porquería, ganare
mas y trabajare
menos horas. Julio
tiene manos enormes
y es grande
todo él; me
pregunta de frente
si voy a
dejar bien a
mi amigo, parece
que cree que
eres trabajador, ya
veremos dice. Explica mis
tareas, sacar escombro
y limpiar, a
menos que, el
me marque otra
tarea, nadie más
puede hacerlo, solo
él. A las
dos semanas me
dice que espera
que siga así,
todas las escobas
nuevas barren bien,
espera que no
seas de esos
que al principio
llenan el ojo
y después son
verdaderos inútiles. Yo
ya sé que
domina el trabajo
y la obra
sobrado, si le
haces una, te
descubre y te
hace la cruz,
si trabajas duro
y con seriedad,
te deja tranquilo.
Evita que tengas
que estar al
rayo del sol,
sabe quien come
de vianda y
quien en el
bar, quién se
toma una cerveza
y quién tres,
chupito y carajillo
y quien no
toma más que
agua. Cuando hay
que hacer un
trabajo, sabe cuánto
le va a
costar a cada uno y
como lo hará,
elije en función
de eso al
candidato. No tengo
ningún roce con
él, ve que
llego siempre temprano,
trabajo duro, si
me equivoco se
lo digo y
solo juego antes
o después del
trabajo. Me ve
subirme a las
maquinas e ir
con cuidado aprendiendo
a usarlas, no le pedí
permiso, necesitaba mover
escombro y nadie
me ayudaba manejando
la maquina. Solo
me pidió que
tuviera cuidado, que
fuera despacio.
Los
meses pasaron bastante
rápido, se le
veía contento conmigo,
nunca me gritaba
ni destrataba y
me llamaba: Fistro.
Mi apellido es
Firpo, pero él
lo modifico. Cuando
llevaba ocho meses
trabajando en la
obra, el gruista,
Oscar, se puso
estúpido, me dejaba
para lo ultimo
haciéndome perder el
tiempo con lo
que mi esfuerzo
no lucia. Estaba
muy enojado, si
le decía algo
íbamos a terminar
a las manos
y me echarían
seguro. Julio me
vio llegar y
me saco de la obra,
el hablaría con
Oscar, yo tenía
que ignorarlo y
si lo agarraba
que fuera en
la calle, nunca
en la obra.
Consiguió que Oscar
dejara de perseguirme
y molestarme. Conseguí
dominar las maquinas
a base de
equivovocarme, nadie me
explico nada. Pude
matarme más de
una vez, pero
a nadie le
preocupaba: es un
inmigrante. Julio no
podía estar todo
el tiempo cuidándome
o protegiéndome; mis
compañeros eran unos
tarados que se
creían muy inteligentes.
Cuando me hartaron
de tanto manoseo
agarre a uno
del cuello en
el vestuario, dijo
que yo era
un mamon y no pensé
en nada, zarpazo
al cuello, cae
al suelo conmigo
apretándole la tráquea
y el boqueando
buscando aire, pataleando,
no le suelto
hasta que se
desmaya, cosa que
pasa en segundos,
lo suelto y
antes de salir
les digo al
resto de enfermos:
Cuando quieran vemos
quien es un
perro y quien
un hombre. Afuera
Julio pregunta si
lo mate, no
solo le desmaye,
¿Cuándo vengo a
buscar el finiquito?
No te voy
a echar, es
él quien se
va, tenias razón,
es el que
roba material y
herramientas. Sin darme
cuenta soy el
responsable de cargar
camiones y descargarlos
cuando la grúa
no da abasto,
responsable del almacén
de herramientas, es mi lucha
mantener la planta
baja despejada y
limpiar las cuatro
plantas de escombros
según sea necesario.
No paro un
segundo, siempre tengo
trabajo pendiente, vivo
aislado, nadie me
habla en la
obra si no
es estrictamente necesario.
Se cumple un año de
mi entrada a
la empresa como
regalo me llevan
al segundo sótano
y me dicen
que saque el escombro, no
hay maquinas, a mano por
las rampas. Soy
tan leal que
cargo el chino,
especie de carretilla
con paredes más
altas, hasta tres
cuartos de capacidad
con escombro, encaro
la rampa, subo
cuatro pasos y
si no salto,
el chino me
aplasta contra la
pared de atrás.
Les termine echando
cuatro paladas y
hacia viajes y
viajes y viajes.
Llore mucho, comía
ahí abajo, solo
salía para ir
al baño. Cuando
llego la máquina
para cargar y
sacar el escombro
ya lo había
sacado yo a
mano. Eso me
valió que Julio
decretara que sería
su ayudante unos
días, esto es
no hacer nada,
tráeme los planos,
llévate esa máquina
al almacén, decime
cuanto yeso queda.
Buena vida para
un perro. Tiene
que levantar la
alcantarilla de la
Avenida que esta
frente a la
obra y bajar
dentro a medir
algo, Julio me
ordena agarrar la
paleta señaladora, que
pone de un
lado: STOP y
del otro una
flecha azul y
los conos naranjas
grandes. Pongo los
conos donde me
dice y me paro con
la paleta justo
a un metro
de la tapa
de la alcantarilla:
pase lo que
pase no te
muevas. El trafico
se congestiona, algún tarado no
ve o no
quiere ver los
conos, se arma
un atasco de
mil diablos, ellos
abajo, a mis
espaldas. Veo al
patrullero aparecer en
la lejanía, luces
y sirena, viene
bebiéndose los vientos
recto hacia mí,
recto hacia mí,
recto hacia mí
y haciéndose grande,
grande, me va
a matar pensé
agarradito a mi
patética paleta. No
es lealtad de
perro lo que
me mantiene firme,
soy un hombre
y lo sé, esos que
están abajo dependen
de mi, muy
lejos, a un
océano de distancia,
otros hombres me
enseñaron que uno
acepta las responsabilidades y
da la vida
si es necesario
por cumplirlas especialmente
si hay vida
de terceros en
juego, ahí es
cuando tenes que
sacrificar la tuya
con generosidad, Julio
confió en mí,
yo le respondo
agarradito a un
pedacito de plástico.
Además, es probable
que sea un
sacrificio en vano,
yo no detendré
el patrullero, atropellara
a todos. Aguanto
con los ojos
abiertos, miro a
la muerte a
la cara, viene
disfrazada de patrullero,
tiemblo, tengo incertidumbre, espero
Dioses que adónde
voy sea mejor
que acá, esto
es una mierda.
El policía muy
imbécil, que también
los hay, que
pilota el patrullero,
se da cuenta,
al fin, que
ese obrero de
mierda, ósea, yo;
no se va
a mover y
pisa el freno.
Chillan las ruedas
con desesperación, lastimadas,
sale humo azul,
el coche arrastra
y me va a dar,
arrastra, arrastra y se para rozándome las
piernas. Buen perro
pienso, leal hasta
acariciar la muerte.
Los policías se
bajan chillándome, Julio
aparece gritando, Josep
me lleva a
la cafetería, el
barrio entera mira
como Julio discute
con dos pitufos
idiotas, empiezan a
llegar patrullas, me
siento en una
mesa tiemblo como
una hojita, estuvo
demasiado cerca, por
un sueldo de
mierda, para ser
un perro. Una
de las camareras
me trae el
refresco que me
gusta con mucho
limón, me da una palmadita,
le duele verme
llorar, vive en
mi barrio, se
ha pasado por
el gimnasio con
su novio, sabe
quien soy, sabe
que soy, sabe
que, no soy
un perro. Lloro.
Un Sargento de
la policía quiere
saber mi versión,
no paso nada,
nada le digo
sin mirar. La
cafetería del hospital
observa sin disimulo,
que habrá hecho
ese obrero para
armar tanto revuelo,
se preguntan. Alguna
cagada, seguro, esta
gente de fuera,
porque son todos
iguales, solo sabe
cagarla, opina un mirón. ¿Tan
diferente soy que
se me nota?
Atino a pensar.
El Sargento insiste,
le doy la
versión del perro,
ni me presta
atención, el quiere
conseguir que esos
dos escapen a
la que les
va a caer
encima. Entonces mi
amigo da su
versión: dice exactamente
lo que paso,
agrega que así
se lo dirá
a su padre,
Jefe de Policía
en Tal. El Sargento
huye. Le digo
a Josep que
me lo dejo,
Julio pide que
aguante, que me
harán capataz y
con el tiempo
encargado. Es un
buen hueso para
colgar en la
frente de un
perro, tan bueno
que empiezo a
perseguirlo.
Alguien
se equivoca y unos agujeros
que debían dejarse
en el suelo
del sótano uno
no se dejan,
no hay por
donde pasar la
canalización de aire
acondicionado. Hay que
picar; traen un compresor
y dos martillos
neumáticos. Soy elegido
con otro para
hacer el trabajo.
Julio quiere que
piquemos diez minutos
y relevemos. Mi
compañero aguanta media
hora, le duele
la cabeza, baja
otro, lo mismo.
Subo a almorzar
y Julio pregunta
cómo va, mal,
esos martillos no
rompen. Volvemos a
picar y me
quedo solo, nadie está dispuesto
a sufrir. Me
dicen que suba
y ahí está
la herramienta definitiva:
martillo neumático de
setenta kilos. Lo
baje por la
escalera solito, tan
furioso que no
pesaba, ¿Quién me
mandaba a mí
a piar, quien?
Cualquiera se habría
quedado picando con
los martillos chicos, cualquiera.
Solo, hago los
agujeros, la furia
no se va,
el hueso está
ahí, voy a
ser padre, el
cepo se cierra
sobre mis pelotas.
Termino, tiro los
tapones a la
mierda, los guantes,
desmonto todas las
mangueras, le grito
al gruista que
suba el compresor
y el martillo
neumático y le
digo a Julio
que mande, los agujeros
ya están. Imposible
Fistro, te déjate alguno,
era trabajo para
dos, calcule dos semanas,
es miércoles y
lo hiciste solo,
algo faltara. Bajamos,
no falta nada,
me mira distinto,
cuando habla entiendo
algunas cosas de
él, de mi,
de perros, de
hombres.
-Tenía
razón tu amigo,
me dijo que darías el
callo siempre y
en este año
lo has demostrado.
Tuve dos hombres
como tú, bajo
mi mando, en
el Sahara. Podrían
ser hermanos, los
tres, un Moro
del que nunca
me aprendí el
nombre y Manuel
Soria. Les podía
pedir lo que
fuera, lo hacían
sin rechistar y
bien. El Moro
murió dándonos cobertura
en unas dunas
y Manuel cayó
en una emboscada
cuando iba en
descubierta. Esos dos nunca se
quejaron de los más de
cincuenta grados ni
la falta de
agua, jamás dejaban
a un compañero
tirado y preferían
morir a desobedecer
una orden. Cada
dia me los
traes a la
memoria. Anda a mi caseta,
agarra los llaveros,
habla con el
carpintero para que
te de las
llaves y clasifícamelas, es
trabajo para un
mes o dos,
lo que quieras,
te lo has
ganado. Yo voy
a quedarme acá
un rato.- Julio
lloraba, me fui
haciendo como que no
lo
había visto. Desde
ese momento fui
tratado con exquisitez
por su parte.
Pase dos meses dando
vueltas por la
obra, haciéndole rechinar
los dientes a los que
solo habían aguantado
una hora picando.
Llaga
el verano, algún
genio decreta que
la obra no
se cierra, quedamos
Julio y yo
en la obra y ratas
y gatos. Yo pedí las
vacaciones para noviembre,
quiero ir a
Uruguay, no sentirme
perro, sentirme y
saberme hombre. No
me importa estar
en la obra
solo con Julio,
no hago nada:
engraso maquinas, limpio
filtros de aire,
reviso fichas de mantenimiento. Julio
salió, no hay
nadie, una maquina
lleva casi trescientas
horas pasado el mantenimiento, se
va a romper,
voy a la
caseta, miro el
teléfono y llamo.
Digo la obra,
el nombre del
encargado, el mío,
y que tienen
que venir a
hacerle mantenimiento a
una maquina urgente,
si es verano,
no ,no se está
usando, bueno trescientas
horas igual no es
nada. Al otro
dia estaban los mecánicos, ¿quién
llamo pregunta Julio?
Julio Matías Muñoz,
me mira y
le digo que trescientas pasada,
blasfema y se
mete en la
caseta.
Decretan
el cierre de la obra,
me mandan a
casa, dos semanas.
Me quedo sin ir a
Uruguay, Julio lo
sabe, me dice:
conseguite un pasaje
anda a abrazar
a los tuyos,
volve lo antes
que puedas. Me
da la mano
firme, te lo
ganaste. Viajo a Uruguay, Julio
se comió la
bronca por dejarme,
fui hombre dieciocho
días, fue increíble.
Mi
hija va a
nacer en cualquier
momento, lo sabe
y me dice
que cuando me
llamen, me vaya.
Estamos cortos de
personal, nadie puede
irse, yo sí,
me voy. Nace
la beba, en
casa mi suegra
y una cuñada
tienen todo controlado,
voy a trabajar,
Julio me quiere
mandar a casa,
le falta un
maquinista, me subo y ataco
el trabajo.
La
obra está terminando,
queda una sola
cosa complicada y
es poner las
lamas de hormigón,
pesan ochocientos kilos
cada una, un
trabajo delicado, los
soldadores deben arriesgarse
a que se
suelte una mientras
todavía no está
soldada, les partiría
al medio. La máquina para
ese trabajo está
ocupada, un maquinista
especializado para hacerlo
es difícil de
conseguir. Josep y
Julio manejan alternativas,
Julio le pide
una maquina estándar,
maquinista hay en
la obra. ¿Quién?
Tu amigo. Rafa
jamás manejo ese
tipo de máquina,
además el trabajo
es muy complicado.
Él lo hace,
no te preocupes.
-Fistro,
baja esa máquina
que llega, subite
y hacete con
ella.-
-Julio,
disculpe, yo nunca
maneje nada parecido.-
-Aprende.- Y
se mando a
mudar. A la
hora vuelve, yo
había conseguido que
fuera hacia adelante
y hacia atrás,
Julio me explica
cómo hacerla ir
de costado o
girar casi sobre
sí misma. Me
explica donde hay
que meterla, ahí
no entra ni
con vaselina le
digo, hacela entrar
dice yéndose. Traspiro
a chorros, la
maquina es grande,
no me hago
con el tacto,
no hace lo
que le pido,
tres horas más
tarde me bajo,
esta donde me
pidieron. Julio me
dice que la
saque y la
meta, a la
maquina, tengo dos
días, enhorabuena voy
a instalar las
lamas. No atino
a nada, se
volvieron todos locos,
yo también. Vamos
bastante bien, las
lamas van quedando
en el lugar,
llevamos el trabajo
adelantado, se pasa
media empresa a
verme, si, a mí, parece
que lo que
hago es muy
complicado. Complicado es
ganar 1200 euros
y llegar a
fin de mes,
complicado es saber
que un maquinista
capaz de hacer
lo que estoy
haciendo gana 3000. Complicado es
no tener microondas
para calentar la
vianda y comer
comida fría y
grasosa, que calentita
es un manjar.
Complicado es ser un
hombre si te
tratan como a
un perro.
El
Arquitecto no está
conforme con como
quedan las lamas.
Imagino que en
su estudio rodeado
de ayudantes, y
gente que se
la mama metafóricamente es
fácil, decirlo, si además el
aire acondicionado esta a toda
castaña y llama
a Luis, se
la chupa, literalmente
y lo ensarta
arriba del escritorio,
¿qué quieren que
les diga? Es muy
fácil pensar que
todos somos subnormales,
haber estudiado, y olvidarse del
riesgo que corren
los dos soldadores
de morir aplastados
con cada lama
que instalan, la
responsabilidad que asume
el maquinista, que
ni es tal,
ni cobra lo
que en justicia
debería, porque no
es maquinista pero
trabaja mejor que
muchos o eso
dicen los cascos
blancos que van
a verlo trabajar,
el es casco
azul, caca, desechable,
prescindible. Y un
casco azul, un
asqueroso inmigrante está
terminando una obra
que de otra
manera se atrasaría
mínimo medio año,
ahorrándoles una multa
millonaria, de eso
nadie habla, cucha
perro, au, au,
au. El Arquitecto
se para a
mirar y le
pregunta al maquinista
que tal va
todo, como si
preguntara el resultado
del partido de
anoche, salto de
la maquina, me
paro a su
lado y enumero:
lamas prefabricadas, con
desviaciones y defectos;
maquina inadecuada; riesgo
muy alto de
atrapamiento y muerte
para los soldadores
y un maquinista
que hace su
debut con este
trabajo. Vamos muy
bien y nadie
lo dejaría mejor,
ni con la
maquina adecuada ni con otro
maquinista. Perdone tengo
que seguir y
escale al monstruo.
Termina el dia,
voy a lavarme
y Julio me
llama, entramos a la
caseta de Josep,
quieren saber que le dije
al Arquitecto. La
verdad, lo que
nadie se animaba
a decirle. Da
por bueno todo,
conseguiste lo que
nadie consiguió me
dice mi amigo.
Bien Josep, bien, me voy,
hasta mañana. (Hospital Nueve
de Octubre, Valencia,
las Consultas Externas.
Ahí están las
lamas, las puso
un perro obediente.)
Terminamos el
Hospital y empiezo
un periplo maldito
por distintas obras,
me echan de todas por
vago, por inútil.
Nadie entiende como
la Dirección me
aguanta, seguro tengo
contactos, seguro alguno
se benéfica a
mi mujer. Julio
me llama cada
dia: aguanta. Soy un
excelente perro, hasta
me deje limar
los colmillos. Aguanto.
Me mandan a una escuela,
en el patio
hay un pino
milenario, a su
sombra medito. Ha
visto a muchos
hombres y mujeres,
alguna pareja retozo
buscando perder el
miedo, olvidar el
dolor o concebir
un bebe. Niños
que eran niños
y ejercían como
tales treparon sus
ramas, miles, millones
de pájaros se
refugiaron y encontraron
amparo en su
copa. Recostado a
su tronco siento
Paz, siempre que
puedo me apoyo
en el. Trabajo
con rabia, desesperación
y angustia, Carlos
que es el encargado me
dice que a
mi criterio y
no rompe la
armonía para nada.
Sentado con la
espalda apoyada en
el pino mastico
mi comida, fría,
hoy sin grasa,
esta rica, caliente
sería algo imposible
de describir. La
Directora viene por
la arena, me
dice que hay
un comedor, un microondas,
lugar donde lavarse
las manos, que
la siga. Obedezco,
es una cruza
de todas mis
Maestras, no pregunto
ni ofreció, se
aseguro de que
yo me sintiera
un hombre. Termino
en la escuela
y otra vez
a dar tumbos,
recalo en una
obra que el
encargado es amigo
personal de Julio,
lo llama, escucha mirándome.
Cuelga, me da
unos planos que no sé
ni cómo se
miran, a replantear, Julio
dice que podes.
Casi me
matan los planos,
replantee dos meses
y Julio me
reclamo para una
obra suya.
Se
me murió el
coche, no tenía
dinero para comprar
otro, la obra
era en Villareal, a
60 kilómetros
de mi casa.
Un amigo me
dejo 5000 euros,
que los pagara
como pudiera. Busque
un coche, mientras
el jefe de
mi señora se
entero que estaba a
pie y me prestó uno.
En esa obra
mandaba Sonia y
pretendió dejarlo claro
desde el principio,
me ordeno hacer
un cartel, que
hablara con Julio
le dije y
se agarro un
ataque de furia
descomunal: ¡ váyase a su
casa! Grito colérica.
A mí solo
me da órdenes
Julio. Sentadito en
la vereda, fuera
de la obra,
espere a Julio,
pregunto qué pasaba,
de lo explique,
sonrió ladino y
se quedo conmigo,
vino Sonia estampando
el dibujo de
las botas en
la tierra que
hollaba, si le
hubiese caído baba
por la comisura
de la boca
habría sido perfecto.
Escucho a Julio
decirle que él
era el encargado
y en lo
concerniente a ejecutar
los trabajos y
parte de la
planificación, era él
quien decía, quien,
como, cuando, todo
lo demás era
asunto de ella,
que ordenara que el haría
que se hiciera.
Ahora quiero que
usted y mi
hombre de confianza
os presentéis como
personas, tendremos que
trabajar juntos. Julio
se va, Sonia
me mira ceñuda,
malditos hombres, maldita
construcción y maldita
fase de la
luna. Disculpe señora,
soy Rafa, usted
es la jefa,
no tengo ningún
problema con eso,
pero Julio me
da las órdenes,
el lo quiere
así. Con el
paso de los
meses podre obedecerle
a usted aunque
Julio no me
dé la orden,
eso siempre que
quiera que trabaje
a sus órdenes.
Se fue sin
hablarme. Julio me
agarro y me
pidió que fuera
el sábado, pintara
el cartel bien
lindo y lo
colgara, el lunes
esta te da
dos besos y
a mí la
mano. En un mes la
tenemos centrada en
lo que tiene
que ocuparle, esta
obra va a
ir con suavidad.
El lunes Sonia
se quería matar,
falto nada para
que llorara, estaba
emocionada, se le veía; yo
cortaba el trafico
con una paleta,
las hormigoneras descargaban
y se iban.
Espero a que
me quitara del
medio de la
calle y me
dio las gracias.
Una
camioneta trae un
soplete, baja por
la rampa hasta
el muro, descargamos
y no son
capaces de hacerla
subir la rampa,
hay que hacerlo
marcha atrás y
la rampa hace
un quiebre. Julio
dice que yo
la saco, Fistro
dale. Me subo,
acomodo el asiento,
meto marcha atrás
peino el embrague
y la muy
desgraciada se me
cala a dos
metros. La dejo
bajar, arranco el motor, piso a fondo
y suelto el
embrague, la subo
derrapando y soltando
piedras para todos
lados, la paro
arriba, me bajo
y sigo paleando
escombro. Julio cobra
la apuesta, 100
euros que mi
hombre la saca,
aposto. Me regala
cincuenta, gástalo en
tu señora y
tu hija, me
dice. Hacemos unas
oficinas bárbaras, pero
no tenemos comedor
y el vestuario
es cualquier cosa
menos un vestuario,
un chiquero, sí
que es. Cuando
hace frio me
como las lentejas
frías, o un
pollo al horno
con papas y
tenes que hacer
un esfuerzo para
tragar, para que
pase por la
garganta y eso
que anoche estaban
buenísimas o sabroso,
calientes, sentado en
una mesa, un
mantel y en
familia; ahora heladas
o helado sentado en
un bloque apoyando
en tus rodillas
rodeado de mierda.
No se puede
ser más perro.
Julio
esta veterano, se
jubila en dos
años, las rodillas
le duelen, no
sabe si operarse
o no, empieza
a faltar mucho,
me tratan como
a un perro
cuando no está,
me vuelvo un
perro, otra vez
o quizás nunca
deje de serlo,
perro digo. Sonia
intenta protegerme y lo empeora.
Se tira una
mañana explicándome como
leer un plano
que no consigo
leer, cuando entiendo lo
que veo, se
lo agradezco, responde
que ella me
debe unas disculpas,
que soy un excelente trabajador
y que debo
saber que Julio
siempre lo dice,
eso no es
fácil viniendo de
él. Duda un
poco así que
le acaricio el
alma, julio dice
que para ser
una mujer sos
muy buena, y
eso él no
lo dice de
ninguna mujer, remato.
Me
avisan que cambio
de obra, Almenara
playa, más cerca
de casa, solo,
para que nadie
me moleste. Visualizo
el hueso y
jadeo como un
perro feliz. Almenara
es un arenal,
un rectángulo de
ciento cincuenta metros
por cincuenta; no
hay sombra ni
agua, solo pasto,
arena y algún
pájaro. Paradito en
la calle miro
eso, miro el sol, el
mar está a
mis espaldas, sesenta
metros, cien máximo;
a mediodía solo tendré sombra
bajo el auto,
este será un
microondas, si aguanto
las mañanas hasta
el mediodía sin
reventar al sol,
podre meterme en
el agua y
refrescarme a la
hora de la comida, es
imperativo traer fruta
y no comida
y conseguir una
nevera a la
que ponerle hielo
y agua, lo
voy a pasar
muy mal. Sin
sombra. Perrito,
no has sido
bueno, malo, malo.
Un
camión baja las
vallas y los
pies de hormigón,
Julio se paso
y trajo a
un peón, que
al saber que había que
hacer se fue.
En la claridad
de la mañana
empecé a mover
los pies y las vallas,
tenía que rodear
todo el perímetro,
el sol escalo
el cielo, la
temperatura se disparo,
la cabeza empezó
a darme vueltas,
la arena ardía,
los pies pedían
clemencia, perdía empuje
e imagine que
era un preso,
que un guardia
me mataría si
paraba y seguí
caminando vacilante por
el arenal. Hinque
las rodillas, la
arena quemaba, me
saque los guantes
y metí la
manos bajo la
arena, estaba fresquita.
Tenes que tomar
agua, comete una
manzana y seguís,
no pienses en
nada, no sentís
nada, no sos
nada, dale. El
coche quema, el
agua esta tibia
y la manzana
igual, no veo
bien, se lo
que es, me importa una
mierda, alcance mi
limite, hombre no
me dejan ser,
quieren un perro,
yo soy perro,
pero soy perro
igual que como
soy hombre, sin
guardar nada. Sigo
acarreando piedras por
el arenal, vallas
y a mi
alma. En algún
momento alguien grita,
miro pero ya
no veo, da
igual, cumplí, voy
a caer a
la arena y
lo sé, el
sol me habrá
matado en menos
de dos horas,
estoy deshidratado, perdí
muchas sales. Lo
siento Mari, cuídame
a la nena,
perdóname si podes,
no quiero ser
mas perro y
no me animo
a ser hombre.
Una mano enorme
me agarra, es
Julio que brama
y me insulta,
me lleva fuera
de la arena,
con tres preguntas
sabe que tiene
que hacer. Cerca
hay un bar,
tiene una parra
espectacular, con la
manguera del jardín
me moja un
buen rato, pide
que expriman naranjas
y agua fresca.
Pasamos el dia
ahí, sentados a
la fresca, me
obligo a comer
fruta, solo prendió
un puro cuando
la luz volvió
a mis ojos.
Solo dijo: tienes razón,
lo arreglare. Dos
días más tarde
llegaban las casetas,
el contenedor para
las herramientas y
una máquina para
enfriar el agua,
¡para mí! Ladre
entusiasmado.
Una
topógrafa me enseña
a medir la
excavación, cotas y
las referencias. No
hay margen, menos
de diez centímetros,
las maquinas no
pueden bajar a
lo excavado, la
napa freática está
ahí, si llueve
nadaremos. Perro topógrafo,
guau guau. El
Arquitecto que va
a llevar la
obra aparece, no
se lo puede
creer, ¡un peón
llevando la excavación!.
Empieza a hacer
llamadas, despotrica, que
se va todo
a la mierda,
un peón, por
Dios. Como estamos
un poco lejos
se demoran en
aparecer los cochazos,
los guardaespaldas, el
circo total, me
ordenan quedarme quietito.
¡Sentate y quieto!
Hablan de mi
como si yo
no estuviera, bueno
igual no estoy,
¿están los perros?
Esta gente nunca
me dejara ser
nada más que peón, perro,
ninguna ve lo
que vio Julio,
vi como el
hueso se alejaba,
por primera vez
sentí que era
inútil ser perro,
fingirlo y aceptar
las patadas. Deje
que los colmillos
se afilaran, fríamente,
hasta siendo perro
soy de cuidado,
no lindo chuchito,
no, cuidado con
el perro: muerde.
Julio
los puso en
su lugar. Había
que empezar la
obra, excavar, replantear
y llenar las
losas del sótano,
en verano antes
de que lloviera;
el estaba terminando
Villareal, no habían
encontrado a nadie
que se hiciera
cargo de Almenara,
el había traído
a su hombre
de confianza sabiendo
que no había
sombra ni caseta,
ni baño, nada
pero que eso no le impediría hacer
el trabajo. Si
tiene alguien mejor
que venga mañana.
Empiezan
a llegar trabajadores,
se repite lo
de otras obras.
El gruista, Felipe,
resulta un buen
tipo y buen
compañero, comemos juntos,
pregunta cosas de
Uruguay, se ríe
cuando le paso
los apodos que
uso con los
que andan por
ahí, con esos
que me desprecian
por inmigrante y
por trabajar bien.
Pregunta cuánto llevo
trabajando con Julio,
cuando le digo más de
tres opina que
o la chupo
muy bien o soy una
maquina trabajando. La
chupo, la chupo
le digo serio
y nos meamos
de la risa.
Me ve una mañana y
suelta que debo
estar contento, ya
nos pagaron, le
saco el extracto,
cobramos todo por
banco, es la
verdad, lo mira
y se me
queda mirando. ¿Vos
cobras nada más
que 1200? No
puede ser, no
puede ser. Un
maquinista no baja
de 2500, uno
como vos arriba
de 3000, Almacenero,
responsable de repostar
los generadores, el
que viene de
madrugada a tirar
hormigón, Pinchas pilares,
atas hierro, medís
la altura del
agua, sacas cotas,
controlas la altura
del forjado, ayudante
de la topógrafa,
responsable de abrir
la calle y
cerrarla, de suma
confianza. No lo entiendo,
te juro que
no dice Felipe.
Soy inmigrante loco,
es lo que
hay.
Algunos
días salgo pasado
de calor e
idiotas y lloro
en el coche,
cuando me ataca
fuerte tengo que
parar a un
lado, esperar que
pase, si es
día de Judo
todo se reduce
a llegar al
gimnasio y disfrutar
en poco, si
no, cuando estaciono
bajo de mi
casa espero un
poco para que
ni Mari ni
Lunita me vean
así. Pongo música
al mango y
manejo o a
casa o al
gimnasio. Mis compañeros
ya están acostumbrados
a verme llorando
en el tatami,
también saben que
el que tenga
piedad o sienta
lastima lo pagara
caro, lo aceptan
como una rareza
mas de ese
Uruguayo, una de
tantas.
El hueso casi
no se ve,
gano una mierda
y trabajo por
cuatro o cinco.
Julio
me dice que
hay hormigón el
sábado, a las
dos en la
obra. Hay gente
que vive a
cinco minutos, yo
estoy a 35 kilómetros. Mari
medio dormida pregunta
adónde voy, le
digo que de
fiesta, disfrazado de
trabador, gruñe algo
que no entiendo.
Pongo mi coche
a tope, freno
antes del radar,
acelero y lo
hago saltar en
la salida a
la carretera, fiuuuuuuuuuuu, el
dia que me
agarre la ley
voy a hacer:
agggggggggggggggg por la
multa que me
enchufaran. Ni un
alma en ningún lado,
llueve finito, meto
el coche hasta
las casetas, giro
hacia la obra
y lo arrimo
hasta besar los
hierros, las largas
dan algo de
luz espectral. Camino
hacia los generadores,
hay pozos de
sombra, cuidado, cuidado,
y me caigo,
los hierros de
una parilla me acarician con
saña, blasfemo y
sigo. Un auto
para en diagonal
respecto del mío,
por fuera de
la obra y
apunta las largas,
la cosa mejora,
es Julio que
me da apoyo.
Me pide que
tenga mano con
los encofradores, sabe
que están buscándome
las cosquillas, les
necesitamos dice. Soy
perro de seda.
Soy de seda
aun cuando esos
tarados se proponen
amargarme la madrugada,
les ignoro, y
supongo que confunden
el desprecio que
les tengo con cobardía, de
eso saben porque
es lo que
son. Son tan
simples que uno
me pisa una
mano y deja
la bota presionándomela buscando
lastimarme con el
hierro, hundo mas
la mano en
el hormigón evitando
los hierros y
sacándole presión y
miro a Julio.
El perro pide
ordenes. Julio dice
que no con
la cabeza y el tarado
le suelta a
Julio que su
hombre no parece
gran cosa ni
capaz más que
de chupársela, ahora
se la voy
a chupar a él. Risas
de los siete
enfermos que le
acompañan, disfrutan, son
barbaros, ocho contra
uno, buena relación,
me gusta. Julio
se saca el
puro de la
boca y les
dice que hay
1000 euros a
que su hombre
les da una
lección que nunca olvidaran. Que
sean 2000. De
acuerdo, Fistro no
los mates. Eso
es luz vede
para el perro.
El tarado cae
retorciéndose de un
golpe en los
huevos, ataco al
que tiene el
moco, la tubería
que suelta hormigón,
lo desparramo de
una patada en
la rodilla, Julio
mueve la palanca
a Full y
el hormigón sale
en chorros que
golpean a los
tarados que caen
de a uno
al suelo, me
ensaño, les meto
hormigón hasta por
el culo, Julio
me corta la diversión. Lloran
los ocho como
los pedazos de mierda
que son. Julio
los obliga a
seguir trabajando, a
mi me pone
con la paleta
a dirigir el tráfico, los
2000 euros, son
para hacer arreglar
el generador que
fundiste por no
hacerme caso, me
dice, es justo
pienso. Me rei
solo todo el
dia con esos
valientes Extremeños nadando
en hormigón, seguro
que ya no me molestaban
mas.
Julio
vuelve a resentirse
de las rodillas
y falta seguido,
los capataces aprovechan
para hacerme trabajar
sin parar al
rayo del sol.
Felipe dice que
aguante, que piense
en familia, que él sabe
que no está
bien lo que
me hacen, entro
en fase perro
cuyo dueño es
un desgraciado, me
invade la tristeza.
No hay hueso,
no hay futuro
ni presente, solo
hay un perro.
Y me vuelvo
rabioso, lo noto
y me dejo
invadir, da igual,
todo da igual.
Un
jueves Julio me
dice que hay
que atar hierro
de un muro
pantalla, el lunes
hay que llenarlo
y los encofradores
son tortugas. Agarro
las tenazas que
tenemos que son
una mierda y
arranco. El sol
castiga, el aire
es caliente, me
duele la cabeza,
la vida es un verdadero
asco. Es un
trabajo para seis
o siete mínimo,
qué más da,
ato y ato.
Dos portugueses se
arriman, sin decir
nada atan y
atan, su capataz
los mando. José,
jefe de otra
colla de encofradores
se arrima, pregunta
porque no está
la colla que
debe hacer ese
trabajo, le digo
que ni idea,
me dice que
mañana me trae
unas tenazas, para
mí, nada de
para la empresa,
de acuerdo le
digo y sigo.
Hora de irse,
los Portugueses se
van, sigo meta
alambre y tenazas.
Unas manos estaban
junto a mí,
miro al dueño
y es José,
todos sus chicos
atan como demonios,
se van sumando
encofradores, casi una
hora más tarde
está terminado, me
palmean en banda
y se van.
Mirándoles las espaldas
a tipos rudos,
duros de verdad,
que jamás me
faltaron al respeto
y encima hoy
me regalaron una
hora de sus
familias rompo a llorar descontrolado, estoy
en caída libre,
se que nada
me para ya. El
viernes antes de
empezar José me
regala una tenazas
de las buenas,
cortan solas, todo
el dia atando
hierro en un
forjado, a la
tarde nos dicen
que hay venir
mañana, que es sábado. Sábado,
en la obra
estamos yo, Felipe,
dos peones y los encofradores
que deberían ser
los que hicieran
lo que estamos
haciendo, a las
doce se van
los encofradores, eso
quiere decir que
hasta las cinco
o más tarde
no terminamos nosotros.
Se acabo le
digo a Felipe
el lunes renuncio, esos que
se acaban de ir ganan
más del doble
que yo, pero
se van y yo soy
el que se queda, lo
dejo, a la
mierda.
El
lunes a primera
hora: Sonia, disculpe,
renuncio, tiene quince
días para buscar
alguien que me
sustituya. No dice
nada y me voy. Trabajo
como nunca, más
que siempre, me
siento hombre, no sé cómo
llegaremos a fin
de mes, pero
no me importa.
El teléfono se
convierte en una
línea erótica: Josep,
Ramos, Julio, Vicente
y Pablito; todos
quieren que me
quede. Sonia me
pregunta si estoy
seguro, la hago
llorar como una
loca.
-Soy
un hombre, nunca
un perro. He
cumplido trabajando con
Julio Matías Muñoz,
eso es un Máster en Construcción. Me
han amenazado, escupido,
destratado, enseñado navajas
con intenciones poco
claras; nunca falle.
Se quejan de
que no hay
gente que cumpla,
señora acá tiene
uno, y cuando
aparece alguien que
si cumple y
con creces lo
tratan como a los demás,
como a un
perro. Las lamas
del Hospital, la
excavación acá, llenar
la lozas, revisar
puntales, llevar el almacén, ser
Maquinista, medir la
altura de la
napa, controlar el
gasto de gas oíl, llevar
las horas de
las contratas y
lo que surja.
Siempre dan por
sentado que no
solo podre hacerlo
si no que
lo hare bien,
lo que sea.
Saben que el
problema con todos
los tarados de
la obra es
que no tengo
cargo como para
hacer ni ordenar
hacer, todo lo
que hago y
ordeno pero no
les importa, creo
que solo Julio
sabe lo cerca
que he estado
más de una
vez de matar
a alguien porque
que te insulten
cada dia se
hace pesado, muy
pesado. Da igual,
ya no importa,
me voy y
listo.-
-Vas a
hacer el curso
de capataz y serás encargado.-
Sacude el hueso
confiada, no falla,
funciona, si lo sé yo,
que babeo y
segrego saliva, imagínate,
ser capataz, encargado,
juaaaassssssssssssss. Guau.
-Ahora
es cuando seguro
me voy, es
tarde, no han
cuidado al perro
ni han visto
al hombre. Quédense
con los drogadictos,
los españoles vagos
y de no
fiar y todos
los vagos que
no son españoles,
soy Uruguayo señora,
Judoka y seguro
Josep le dijo
que me sobra
carácter, pelotas y
personalidad pero usted
pensó que era
como los demás,
consiga otro perro.
Yo soy un
hombre libre, un
trabajador que merece
un comedor, un
microondas y un
trato deferente.
Julio
vino y me despedí, nos
dimos la mano.
Sigo viéndole, para
en un bar
cerca de casa, esta
veterano, pero mantiene
el apretón firme.
Felipe
me llamo para
decirme que habían
metido un maquinista
y cuatro peones
para cubrirme y
que aquello era
una mierda, un verdadero desastre.
Son tan tarados
que prefieren pagar más y
que se haga
peor, a reconocer
que lo hacías
bárbaro.
Josep
solo dijo que
trabajaba como hacia
Judo, con todo.
¿Te deje mal?
No, Rafa, para
nada, le tape
la boca a
Julio que decía
que ningún amigo
mío seria lo
bastante duro para
aguantarle y no
ya un hombre
hecho y derecho,
hace tiempo que
te considera un
hombre en quien
confiar, viniendo de
Julio es un
halago. Josep ya era Delegado
de Zona.
Volví
a ser perro
en otra empresa,
pero menos, cada vez menos.