Barrio Mónaco,
mi barrio, verano
del 92, partido
de futbol, entre
nosotros, a la
altura de Alfonsito.
Falta el Fafe
que esta laburando
en la Hostería
del Lago, el
Oreja que no sé donde
paraba y el
Mosqui que si
se dónde y con quien
estaba y no
lo voy a
decir.
Cuatro contra
cuatro y parecía
una final, como
siempre. Insultos, manotazos,
alguna patada, cada
tanto había que
parar, entrar al
agua y enfriarse.
Éramos salvajes, destacaba
el Guille, tercera
de Peñarol, que
había aprendido todas
las chanchadas habidas
y por haber
y nos las
hacía. Aparecieron un
montón de tipos,
venían desde la
Barra, cargando heladeras,
sombrillas, sillas, unos
boludos integrales pensamos
todos, cargar así,
como burros, no
era sano. La
heladera, una toalla
y si transamos
mucho, ¿crema bronceadora,
sillas y sombrilla?
¿No serian putos?
La cosa
es que ellos
no tenían pelota,
eran boludos, con
todo lo que
cargaron y no
traer pelota, y
querían jugar al
futbol. Se armo
un partido y
empezamos. De entrada
se vio que
terminábamos mal, Guille
presionó peleando por
la pelota y
le dieron entre
dos. Era la
guerra. Seguimos, nos
pusimos tres arriba
y les pareció
mal. Se calentó
el partido y
uno le entro
muy mal al
Gallo, no pare
a pensar nada,
tome carrera, salte
y lo baje
de una patada.
Se vinieron al
humo todos, mis
amigos adiestrados reculaban,
se juntaban y
miraban el espectáculo.
Recule hacia el
agua, descarte meterme,
porque eran muchos
y ahí estaría
regalado, correr hacia
la Barra era
encerrarme tras tres
kilómetros o menos,
quedaba la Costa
de Oro, kilómetros
y kilómetros de
playa abierta y salí
zumbando, de ser
necesario hasta el
Pinar no paraba.
Beto y
Gallo aseguraban que no me
agarraban, había que
subir al barrio,
llevar mis chancletas
y la remera,
aparecería ileso. Y eso dicen
que lo hablaron
cuando llevaba apenas
cincuenta metros de
sprint.
Corrí cincuenta
metros y evalué
la situación por
encima del hombro,
un vistazo rápido.
Tenía problemas, serios,
me seguir todos,
tres estaban a
veinte metros y
uno me seguiría
a Atlántida o
Punta del Este,
era corredor, movía
los brazos y
las piernas con
cadencia, economizando energía.
Apure un poco, cincuenta metros
más y doy
un vistazo. Confirmado
lo tengo a
veinte metros, no
sufre, los otros
dos pierden fuelle,
los demás caminan.
Si fuera velocista
ya me había
cazado, es de
fondo, a este
ritmo corre todo
el dia, tengo
que apretar al
mango y cansarlo,
me va a
alcanzar, el asunto
es que tan
entero va a
estar cuando pase.
Salgo disparado,
a toda velocidad,
corro descalzo por
la orilla del
agua, tras cien
metros, aflojo un
poco y miro.
A treinta metros,
como una locomotora,
regulando, disparo otra vez. Trescientos
metros a todo
lo que puedo,
miro, el muy
guacho esta a
cuarenta metros, insuficiente.
Pero lo tengo,
no quiere que
me aleje, apreta
para seguirme el
ritmo, cuando yo
acelere otra vez,
el va a
apurar, tengo que
correr hasta que
casi me muera
a toda velocidad
y pararme y
aguantarle la pechada,
tendrá poca fuerza,
será facilísimo. Salgo
convertido en galgo,
no miro mas,
que crea que
voy a correr hasta
que llegue a
Rocha.
Casi un
kilometro y los
pulmones decían basta,
las piernas parecían
de goma y
el corazón martillaba,
me zumbaban las
sienes, hora de
parar, tendría unos
segundos para recuperar
y estudiarlo, nada
para lo que
no estuviera sobradamente
entrenado. Afloje de
golpe, y me
gire a esperarlo.
Se desconcertó, no
esperaba que parara,
algo no le
gustaba, algo no
iba bien, lo
descubrió nada mas
estirar la mano
para agarrarme y
pegarme con la
otra. Fui amable
y lo puse
en la arena,
se levanto de
un salto y
armo una guardia
de boxeo zurda,
me le pare
de zurda.
Estaba furioso,
nada de lo
que yo hacía tenía sentido,
le acababa de
tirar al suelo
con un movimiento
que era de
diestro y ahora
me paraba como
zurdo. Antes deje
de correr cuando
tenía mecha para más. Lo
vi en sus
ojos, supo que
jugaba con él,
supo que todo
era táctica para
desarmarlo, y dudo.
Para cuando soltó
la derecha para
medirme y cascarme
un buen zurdazo
hacía rato que
yo tenía la
patada al tobillo
esperándole, cayó de
cabeza en la
arena. Se sentó
aturdido, cubriéndose, pensando
que lo remataria.
Le dije que
no me siguiera
y me fui
trotando. Los dos
amigos llegaban resoplando
en su auxilio,
ya no había
pelea.
El Gallo
y Beto me
dieron mis cosas, se
rieron de cómo
me los lleve
y cuando les conté como
lo había madrugado
al que me corría, se
destornillaban. No nos
metimos, te hicimos
caso, al final
hemos aprendido que
contigo lo mejor
es dejarte solo, ese
Gallito valía un Potosí.
Olvide la escaramuza, no había sido
nada del otro
mundo. El corredor
sabia ahora que no alcanzaba
con correr o
Boxear, había que
usar la cabeza,
preparar emboscadas, sorprender
al adversario, hacerle
creer que eras
débil, pusilánime, flojo.
Había que entrenar
mas, puede que
corriendo no hiciera
falta, pero era
un boxeador muy
mediocre, no separaba
las piernas el
ancho de hombros,
o un pelín
mas, no flexiono
un poquito las
piernas, apenas nada,
para no ir
envarado. Ser zurdo solía ser
una ventaja pero
no cuando el otro
te hacia la
guardia que le
daba la gana.
La semana
paso lenta, no fui hábil,
no vi al
demonio bailando un
malambo en mi honor, no
vi ninguna señal,
nadie me aviso.
Nada. Porque tiene
que haberlas habido,
que yo no
sintiera el olor a azufre
no quiere decir
que no anduviera
cerca, carcajeándose de mí. Estoy
convencido de que
estaban las señales
y que no
fui capaz de
verlas.
La Flaca,
mi novia, me
dice de ir
al Teatro de
Varano, hay un
concierto, vamos. Caminamos
por Boulevard encontrándonos con
gente conocida, llegamos,
hacemos la fila,
me dedico a bobear con
ella y no
vigilo el entorno.
Me dice que me quede
quieto, pero se
muere de la
risa, no me quedo quieto,
era el último
aviso, la última
señal, perdiste.
Estamos entrando y
veo que el
que corta las
entradas es uno
de los del
otro dia. ¡Qué
descarga¡ A dos
metros, el Corredor
que me mira
fijo, en el
otro torno otro,
mas allá uno
de los que
llego a socorrerlo.
¡Son los de
seguridad!
-Bienvenido,
ahora no es
tu barrio. Solo está esta
salida. Dice uno.
La Flaca pregunta
que pasa, se
lo cuento y
se preocupa. No sé ni
quien tocaba, no
me acuerdo de
nada, solo pensaba
como salía de
ahí. Además tenía
que conseguir sacar
a la Flaca,
no había nadie
que pudiera hacerlo
con garantías. Decidí
que yo la
llevaría a los
tornos y pediría
que la dejaran
salir, que afuera
la esperaran las
amigas, se subieran
a un taxi
y se fueran.
Esperaría que casi
no quedara gente,
había que evitar
borbollones, que se
pusieran nerviosos, había
perdido, no pasaba
nada.
Convencí a la
Flaca, que no quería, para
que una vez
fuera se subiera a
un taxi con
las amigas , lloraba
agarrada a mí,
los tipos me
miraban. Caminamos hasta
los tornos, los
tipos cerraban todas
las rutas de
escape, les pedí
que la dejaran
salir, me miraron
en silencio hasta
que uno dejo
libre el paso
para la Flaca.
Me miro arrasada
en lagrimas, y
le pedí que
se fuera.
Habían montado un
dispositivo escalonado, si
intentaba correr los
tendría encima en
seguida, además la Policía colaboraría
en mi persecución,
había perdido.
¿Y ahora?
Ni idea, perdí.
Si, perdiste.
Gracias por dejarla
salir y no
vea esto, de
verdad, gracias.
Decime una cosa,
en la playa
el otro dia
lo tenias a
Julio, ¿Por qué no
le pegaste más?,
estaba en el
suelo, aturdido, era
tuyo.
Por eso, no
hay honor en
pegarle al que
esta caído, aturdido.
¿Qué usaste para
ganarle?
Muchas cosas, ya
sabes, la calle.
¿Qué usaste?
Judo.
¿Lo saben tus
Maestros?
No. Igual no
me aprobaban.
Si, lo harían.
Convertiste una pelea
en un circo,
dos magulladuras y no paso
nada. A Julio
lo sacudiste la
segunda vez, cuando
él pensaba usar
boxeo, la primera
fuiste protector con él, esa
sobraba para terminar
la pelea y
puede que con
Julio. Ándate.
Gracias.
¿Sabes porque zafas
y nadie va
a tocarte?
Si. Acepte mi
derrota con dignidad,
antes, en la
playa había comprado
inmunidad portándome como
un hombre. Si
me dieran una
paliza quedarían por
debajo de mi,
serian los derrotados,
así, ustedes ganan,
yo pierdo, todos
conservamos el honor.
Y porque no sé quien
sos pero vos
si sabes quién
soy, vos conoces
a mi viejo,
eso es lo
que esta noche
me salva en
verdad.
¿Si?
Si, solo por
deferencia hacia el
vos me dejas
ir sin darme
unos cuantos golpes.
¿Cómo lo supe?
Te moviste con
tu gente cerca
de donde yo
estaba nada mas
llegue, pero de
golpe desaparecieron, habían
encontrado lo que
buscaban, y eso
era saber quién
era yo porque
desde el otro
dia tenes la
mosca tras la
oreja. Te gusto
como los cocine,
viste la jugada
y disfrutaste viéndome
irme al trotecito.
Te gusto que
el primer derribo
fuese absolutamente controlado,
te gusto que
copiara la guardia
y entendiste porque
fui duro con
la patada. Te
gusto que mis
amigos recularan todos
juntos, evitando conflictos,
evitando distraerme, eso
estaba preparado desde
hace mucho. Te
gusto que yo
derribara con una
patada voladora súper
aparatosa, que no
lastimo, solo hizo
comer arena. Podría
haber pegado en
la nuca o
los riñones, no
pegue, apoye escorado
hacia el omóplato.
En ese momento
viste algo, enseguida
mis amigos reculan
como si fueran
un pelotón, ves
como corro, como
miro, como acelero,
viste la preparación,
el adiestramiento.
Si no venís
esta noche nunca
lo habría sabido.
Mañana llamo a
tu viejo, ¿hay
algo que no
deba decir?
No, contale todo.
No se va
a asustar.
Ándate.
Gracias.
Camine por Boulevard
hacía Av. Italia.
Desconcertado, no me
creía que no
me pegaran, hoy
todavía no me
lo creo. En
que trampa me había metido,
para ratones vigilada
por gatos. Que
derrota más dolorosa.
Encima sabe quién
soy y va
a llamar al
viejo, espero que
se ciña a
los hechos, solo
falta que me
endose capacidades que no tengo.
La Flaca me
esperaba en la
parada, las amigas
que, le decían
que estaba loca
se quedaron mudas
al vernos abrazarnos.
No quería irme
a su casa
sin mí, sentía
que saldría ileso
y sabia que
caminaría hasta esa
parada, decidió esperarme.
Visite a mi
viejo, le habían
llamado para felicitarle
por algo que
yo había hecho.
Si quien me
llama y lo
hace para felicitarme
entonces estás haciendo
las cosas bien, seguí
asegurándote de hacerlas
así, siempre. Dijo.
Muchos años más
tarde un Fusca
choca solo en
la rambla, por
el buceo, voy
atrás en el
remise y veo
todo. Paro el
auto, meto las
balizas y corro
al Fusca. El
conductor está adentro,
sangra mucho por la cabeza,
tiene más cortes,
una pierna también
sangra. Lo saco,
lo alejo del
Fusca, lo acuesto
boca abajo y
corro al remise.
Por radio le
pido a Mónica,
la telefonista que,
pida una ambulancia,
le digo donde,
que llame a
la policía, la
rambla está cortada,
que vengan los
bomberos, se está
incendiando. Vuelvo con
el accidentado, desvaría,
está en shock:
el golpe o
la pérdida de
sangre.
Vuelvo al remise,
Mónica me dice
que no lo mueva, que
ni se me
ocurra, que no
lo haga, que
puede ser peor.
Peor es morirse,
si es la pérdida de
sangre va a
morir, apago la
radio, yo lo llevo.
Que los Dioses
decidan. Lo meto
como puedo en
el auto, me
subo a la
vereda, rebaso al
Fusca que se
quema , bajo
y acelero, engancho
Luis Alberto de
Herrera y llego
al Evangélico. Le
atienden, le ponen
sangre, lo estabilizan
y ahí decido
que ya puedo
irme a casa,
cambiarme, ducharme, lavar
la sangre del
coche y seguir
trabajando. Mónica me
pone verde, me
dice que o
hago caso o
me busco otro
trabajo, le digo
que voy a
empezar a buscar,
sale de la
cabina y me
abraza.
Una semana más
tarde juego en
el jardín con
Toby, yo le
piso la orejas,
el me muerde
los zapatos, voy
ganando y gruñe
malhumorado. Tocan timbre
y salgo a
ver. El accidentado,
una señora que
debe ser la
mujer, una niña de
siete años o así, detrás
el mismo tipo
que me perdonara
la vida en el Teatro
de Verano. La
niña viene seria
hacia mí, trae
un paquete, me
arrodillo para quedar
a su altura,
me da las
gracias por salvar
a su papá
y un beso
de los que
cambian el mundo.
La mujer se
acerca y me
abraza agradecida. El
accidentado me estrecha
la mano dándome
las gracias.
Por último se
acerca el, me
da la mano,
las gracias. Me
dice que nunca
sabemos las vueltas
de la vida,
que por eso
hay que saber
comportarse. Vos no
lastimaste a Julio,
yo no te
lastime a vos
por eso, y por eso
estabas para salvar
a mi hijo.
El regalo fue elegido por
gente que te
conoce, me aseguraron
que era el
mejor regalo posible.
El único que
te parecería adecuado.
Gracias, cuídate.
Entro a casa
con Toby alborotando,
me siento para
abrir el regalo,
es un Cinturón
Negro, sin marcas
ni nombres ni rayitas, negro
todo él, de
buena calidad. Todo
un símbolo.