Recorro las
calles, es mi
trabajo y me
gusta. Disfruto viendo
a las mujeres
peleando con el
viento, manoteando sus
polleras o intentando
conservar un peinado
que, se acaba
de ir al mismísimo demonio.
O simplemente mirarlas
de espaldas o
de frente, fugazmente
mientras paso con la moto
o la camioneta
bastante rápido, demasiado,
casi siempre. Entreverlas
al pasar, desconocidas
que no volveré
a mirar o
si lo hago
no las reconoceré.
Cada tanto una
cara, un cuerpo,
una postura disparan
la señal de
reconocimiento: es conocida
y lo sé,
aunque todavía no
la haya identificado.
Si puedo estaciono
y me acerco
para identificar primero
y saludar después.
Solo una
vez me identificaron
a mí. Iba
en moto, con
el casco puesto
y aun así,
Verónica, compañera de
Liceo hacia mil
años, me reconoció.
Mis ojos en
el espejo retrovisor
me delataron según
me conto cuando
consiguió hacerme parar
después de perseguirme
un buen trecho
y yo pensar
todo el rato
que, tenía una
loca en un
Fiat detrás. ¿Mis
ojos en un
espejo? Parece que
sí, que fueron
suficientes para ella.
Voy por
toda la ciudad,
una mañana me
acerco a un
taller, cerquita de Estación Goes,
casi prendo fuego
el auto por
lo difícil que
fue conseguir estacionar,
lo conseguí en
donde el Diablo
perdió el poncho
y camine el
trecho que me
separaba del taller. Solventados los
asuntos que me
habían llevado hasta
ahí pregunte donde
podía comprar algo
frio, tenia sed,
me remitieron a
un almacén, en
la otra cuadra,
misma vereda. Camino
observando las tiendas,
la gente, hay
una vidriera de
ropa de jean,
miro desganado los
maniquíes y veo
una mujer de
espaldas, esa espalda
y esa cola
las tengo: Piolín. Nunca
supe su nombre,
salió un par
de veces con
el Paragua y
después tuvo una
historia intensa con
el Fafe. Entro
a la tienda
y le hago
señas de que
no digan nada
a las otras
chicas, llego hasta
Piolín y le
tapo los ojos.
-¿Quién es?-
-Nunca lo
adivinaras.-
-¡Rafa! Esa
vos es inconfundible.-
-Pucha, me
sacaste al toque.-
-¿Qué haces acá?-
-Te reconocí
y entre a
saludarte.-
-¿De espaldas?
Que fuerte, degenerado.-
-Muy degenerado,
desde siempre.-
-¿Tu amigo?-
-¿El Fafe?-
-Si.-
-Lo veo
poco, nos hemos
distanciado bastante, el
trabajo, yo me
mude, esas cosas.-
-Yo también
me mude, perdí
sus teléfonos y
no sé, cómo
ubicarlo, ni él,
puede ubicarme a mi.-
-Bueno, si
me lo cruzo
le digo donde
estas.-
-Si, dale,
pero cuidado como
lo hacemos, ¿eh?,
que enseguida pasamos
a ser unas
putas barbarás.-
-Tranquila, seré
sutil. Me voy
nena, se supone
que trabajo y
acá estoy hablando
contigo despreocupadamente.-
Las compañeras
no creen que yo vaya
a ser sutil
ni nada parecido
ni que le
vaya a decir
al Fafe donde
puede ubicarla, los
tipos no somos
así de generosos,
al contrario, además
nena, te saco
de espaldas, te
tiene muy mirada,
ese te quiere
para él, no
para un amigo,
ni hablar. Una
opino que a
ella no le desagradaría ser
tan estudiada por
un bombón así,
porque estaba fuerte
y que se
acordara así, de
ella, era lindo
y que entrara
era más lindo
todavía.
El Fafe
no estaba en
Arocena y Rivera
como solía, me
fui a tomar
unos mates con
un amigo y
volví al rato
y si que estaba.
Le explique donde
trabajaba Piolín, que
me daba la
impresión de que,
ella quería verlo
pero que no
atacara desaforado porque
igual yo me
había equivocado, era
necesario tener mano,
ir suavecito pa
no cagarla.
Con el Fafe habíamos
terminado mal, trabaje
para él, un
tiempo y se
apago la amistad.
Actualmente ni hablábamos,
no nos tomábamos
nada juntos, nada
de nada, pero
Piolín quería verlo
y puede que,
él, quisiera verla
a ella, así
que hice de
Cupido. Olvide el
asunto completamente y
una semana después
cruzo Rivera bajando
por Arocena y por el
espejo veo que
el Fafe se baja del
Taxi y me
mira, doy la
vuelta, estaciono y me saco
el casco.
-Nadie levanta
esos centros, nadie.
Ya ni siquiera
somos amigos y
te marcas una
jugada de las
tuyas, de las
de siempre. ¿Sabes
que me dijo
ella? ”Tenes un amigo
increíble, muy especial,
cuídalo.” Ni siquiera
le dijiste que
ya no éramos
amigos, ni una
palabra; otro igual
se calla pero
jamás me habría
dicho donde encontrarla.
Vos no, vos
me lo decís,
encima me decís como
tratarla, me arreglas
el terreno, vos
querías que si
había onda todavía
entre nosotros siguiéramos
con nuestra historia.
Bueno, lo conseguiste,
vamos a intentarlo
más en serio
esta vez y
es gracias a
vos, esto no tengo como
agradecértelo ni se me ocurre
como.-
-No agradezcas
nada, va por
cuando éramos amigos
y compartíamos lo
poco que teníamos:
juguetes, ropa, comida.
Considéralo un regalo,
yo solo levante
el centro, vos
cabeceaste y ella
se tiro para el lado
que no era;
es un regalo
a tres bandas,
todos ganamos, incluso
yo.-
-¿Qué ganas
vos?-
-Que por
fin sepas la
clase de amigo
que perdiste, que
pienses un poco
si valió la
pena, que recuerdes
ahora cuando me
vaya, en el
coche, si olvidar
como éramos cuando
no teníamos nada
fue una buena
idea. Yo no
cambie, ni cambio
y mira que
han cambiado las
circunstancias, pero mantengo
fresco en mi
memoria aquellos años,
así nunca me
equivoco. Siempre fui
así, siempre levante
los mejores centros,
nunca pensé en
mi y jamás
me antepuse a
los demás, nunca
fui egoísta y
no pienso empezar
ahora. Cuídate.-
La verdad
es que he
pensado mas en
ella, en Piolín
y sus necesidades
que en él,
hace tiempo que
deje de preocuparme
por como esta
o como anda,
ni siquiera se
me ocurrió dejarlo
correr para que
él, no se
viera beneficiado, muchas
veces hay que pactar con
el Diablo o
simplemente serlo, los
dos sabemos que
él, nunca lo
habría hecho por mí, bajo
ninguna circunstancia y eso es
exactamente lo que
nos diferencia y
aleja.