¡Mía se
muda, otra vez! La familia
soporta un estigma
y se hace
vital, moverse mucho,
lo hacen, buscan
sobrevivir, desarraigan a
la morochita, alta,
flaca, de 16
años. Sufre callada
su dolor, menos
mal que, una
amiga le ha
pasado el amor
a los libros,
leer le ayuda
a evadirse o
intentarlo. Su nuevo
hogar, esta en
un pueblo, parecido
a tantos otros.
Muerto, no hay
nada, nada para
hacer, el aburrimiento
es terrible, abrumador.
Le lleva,
unos días, detectar
al flaco, desgarbado,
que, lleva una
guitarra, a donde
quiera que, vaya.
Se llama Iván,
quiere ser músico,
ya es poeta,
irreverente, divertido, pausado,
pensando las cosas,
gesticula mucho con
las manos al
hablar y habla
lindo, atrapa y
la atrapa. Se
hacen novios, inseparables.
Crecen juntos.
Él, ya empieza,
a hacerse un
hueco, en el
mundo de la música,
ya nada le
detendrá. Comparten cuatro
años, maravillosos, plenos
que, les une,
a niveles muy
profundos. Pero, siempre
suele, haber uno,
la familia de
Mía, se muda
otra vez, alejándoles,
separándoles, volviéndolos, a
convertir, en individuos.
Antes de
separarse, en la
despedida, Iván le
promete que, sabrá
siempre, en que,
anda y donde.
Le dice que,
nunca la olvidara.
Consuelo chiquito para
una Mía que,
siente un vacio
enorme.
Mía viaja
mucho, se muda,
innumerables veces, el
almanaque corre, desenfrenado;
pero jamás olvida
a su flaco.
Otros hombres entran
a su vida,
algunos como llegan
se van, otros
se quedan…..se enamora….ninguno le
borra, las caricias
de Iván, de
la piel, del
corazón.
Iván sigue
con su música,
impone su ley:
no tranza con
lo establecido o
esperado. El poeta
cuaja y crece,
se hace enorme,
sus letras son
veneradas, por rompedoras,
por autenticas. No
cambia, sigue siendo,
un tipo de
códigos, vive un
tiempo en un rancho que,
hace con unos
amigos, todos materiales
reciclados, usan para
construirlo, por Lagomar.
Su estética es contestataria, su
lengua afilada. Va
de frente, como
cuando Mía, lo
conoció. Se mantiene
unido a la
Naturaleza, a la
que, venera y
lo mas afuera
del Sistema que,
puede.
Finalmente, la
vida, les vuelve
a cruzar. Estudian
las arrugas, en
la cara del
otro, se miran;
con un café,
se ponen al
día. Iván vive
con una mujer,
tiene dos pibes,
Mía tiene una
nena, está separada. Iván le
enumera, su periplo
vital a Mía,
sabe exactamente donde
vivió, cuando tuvo
a la nena
y desde cuando,
está separada. Ha
cumplido de verdad,
no la olvido
y estuvo pendiente,
Mía no pregunta
cuáles son sus
fuentes, es irrelevante.
Prueban, a
ser amigos, pero
no les funciona,
del todo bien.
Les cuesta ser,
solo, amigos, necesitan
más. Pero Iván
no es libre
y Mía no pide, deja,
da lugar. Sufre
calladamente, aunque, finge
que, aguanta bien
la situación.
Iván le
dedica una canción
a Mía. 58
segundos que, la
dan vuelta; le
sobra un minuto,
para hacerle saber
que, quiere que,
sea suya, de
noche y de
dia. Mía se
ve afectada, malhumorada,
desbordada, le parece
injusto, pero se
aguanta, ella también
tiene principios y
no va, a
romper, un hogar.
No hace
falta. Iván habla
con su mujer,
espera que, no
estén los nenes
y le cuenta
todo, todo: quien
es Mía, quien
fue, en su
día, como se
siente al verla
ahora y que,
quiere vivir con
ella, pero solo,
solo, si le
da permiso. Sin
permiso no va
a ningún lado.
La mujer le deja
libre, solo le
pide que, trate
de atender a los niños,
seguir siendo padre.
Iván le da
su palabra y sale de
la casa.
Mía
tiene una semana
horrible, le duele
la cabeza, el
mal humor no se
va, se siente
desequilibrada. Suelta la
aspiradora y decide
salir a caminar.
Agarra su teléfono
y los auriculares,
selecciona el archivo,
donde tiene la
música de Iván
y con su música, llenándole
la cabeza, rompiéndole
el corazón, en
millones de pedazos,
sale de la
casa, dispuesta a,
sentirse mejor, tras una
caminata por el barrio.
Camina sintiendo
la música y
sobre esta, la
vos de Iván,
mira sus pies,
ajena a todo
lo demás. Entra
a la placita,
donde tantas veces,
se sienta a
meditar, pensar o
llorar, sin ser
vista; no siempre
es por Iván,
también llora a
la abuela, al tío y
a las pérdidas
de aquellos años,
donde todo, era
tan incierto. No
lo ve sentado
esperándola y casi,
sigue de largo,
algo la hace
parar y mirar,
a esa figura
sentada que, la
mira sonriente.
No
necesita que, él,
le diga que,
es libre ni
que, viene a
quedarse con ella,
a reanudar las
caricias, los mimos,
el aguante, la
compañía….a complementarla. Tampoco
le pregunta nada,
simplemente se sube
sobre él, sentándose
a horcajadas, exactamente
igual que, hacia,
cuándo eran guachos,
apoya la cabeza
en su hombro,
abrazándole. Le conoció
hace 25 años,
fueron novios durante
4 y le
perdió durante 21
años, le acaba
de recuperar, muchas
cosas son diferentes,
enfrentaran dificultades y
lo sabe; pero
tras tantos años
añorándolo, lo vuelve
a tener, se
dispone a disfrutar,
cada segundo que,
la vida, se
lo preste, cada
día.
Quiere ser,
la mujer de
su vida, de
noche y de
día. Su musa,
su bastón y
su alegría.
De noche
y de día.