Andrés, el
Hombre Mono, ha
protagonizado muchas escaramuzas,
muchas; algunas de
jovencito, otras ya
no tanto. Muchas
por defenderse, algunas
por defender a
terceros, jamás se
le ha visto
achantarse por peliaguda
que, fuera la situación, ni
por numerosa que,
sea la banda
que, tiene enfrente.
Hoy contare una
leyenda que, circula
sobre él, imposible
de verificar, como
cualquier leyenda que, se precie,
de tal, ningún testigo
da la misma versión, nadie
recuerda las cosas
igual, pero algo
esta contrastado: Paso. Ocurrió. Es
Historia. Ahí va.
Una ciudad
mediana del interior,
una carga Policial
avanza sobre la
gente, no respeta
mujeres, niños, ancianos
ni mucho menos,
hombres. A pie
y a caballo,
muñidos de palos,
pretenden aplastar a
la gente, trabajo
fácil pegarle a
mujeres y a
niños y ancianos
que, no son
veloces para, escabullirse
a tiempo, los
hombres corren. En
el caos más
absoluto se escucha un
bramido, largo, desde
el fondo del
estomago: “¡A mí!
Vamosssssssss cagonesssssssss, es
conmiggoooooooooo” Andrés, de
dos saltos se
para frente a
la milicada y
empieza a fajarse
con ellos, desacatado.
Desparrama milicos a pie o a caballo,
estos, los caballos
se niegan a
pecharlo, él, no les pega,
ni les tironea
mucho del bocado.
Pega y le
pegan, pero quienes
reciben sus caricias
o se quedan
en el suelo
o rajan. Se
olvidan de la
gente que, aprovecha
a escapar, sin
olvidar un gracias mental,
hacia ese valiente
que, solito con
su alma, enfrenta
una carga Policial
como quien, se
toma un helado.
Con la calle
despejada los Policías
rodean al suicida
convencidos de que,
le van a
dar pa tabaco
y hojillas, en
un suspiro. Andrés
tiene otras ideas,
sonríe, ampliamente, ahora
no hay inocentes
que, cuidar, ahora
es entre hijos
de puta, vamos
a ver quien,
tiene una madre,
mas puta, manga
de cagones, vengan,
vengan, acá tienen
a un hombre,
prueben, vengan, retaba
convencido.
Entre los
escasos espectadores hay
hombres bragados, amigos
de Andrés, no
intervienen ni se
van, el barullo
los atrajo, descubrirlo,
al querido y
respetado, amigo, enfrentando
al malón, Policial,
les parece adecuado
y hasta justo.
Se mimetizan, no
se hacen notar,
se reconocen entre
si y se
posicionan de manera,
de poder, rescatarlo,
si se tercia. Todos le
ceden la iniciativa
a un Negro
enorme, Brasilero, con
mas calle que,
un perro callejero
e igual, cantidad
de palos, en
el lomo. Es
reconocido por su
dominio del Capoeira
y por ser
el guardián de
la hijita de Andrés; cuando
este está trabajando
y la nena,
se dispersa entre
el gentío, jugando
con una niña,
negra, preciosa, hay
una sombra de
casi dos metros,
más negra que,
la noche, que,
vela por la
seguridad de las
niñas, nadie duda
que, morirá defendiéndolas, a
nadie se le
pasa por la
cabeza, importunarlas; cada
noche, ellas juegan
inocentes, protegidas por el Negro
que, ahora escruta
a los rivales
de Andrés, midiendo,
evaluando el posible
peligro que, representan
para el amigo.
Algunos Policías
huyen despavoridos, un
repaso de Andrés,
les sobra para
saber que, no
tienen nada que,
hacer. Un Policía
se posiciona detrás,
levanta el palo
y lo descarga
con fuerza apuntando
a la coronilla
de Andrés que,
como si tuviera
ojos en la
nuca, mueve la cabeza, a
un costado, el
palo da en
el deltoides, inocuo,
al estar trabajado
el musculo al
punto, de parecer
de acero. Andrés
se gira lo
mira y le espeta:
“¿Vos tenes familia?”
El Policía no
contesta, suelta el
palo y escapa,
si dice que,
no tiene, le
mata, si dice
que, tiene familia,
le deja baldado;
corre alejándose, ha
cometido un error
idiota. Andrés se agacha y
agarra el palo,
engancha la correa
en la muñeca
y con un
grito que, da
pavor, pecha el
muro azul, abriendo brechas
y brechas, pegando
en tobillos, rodillas,
clavículas y manos
en una orgia
de violencia descomunal.
El enfrentamiento tan
desigual se va
decantando del lado
de Andrés, pero
es cuestión de
tiempo que, lleguen
refuerzos, mandaran equipos
de anti disturbios,
con escudos, cascos
y protecciones, es
hora de tocar
a retirada. El
Negro silba agudamente,
Andrés sin mirar
se acerca a
él, repartiendo palos
a troche y
moche, seguido por
pocos Policías ya.
Una palmada del
Negro y salen
corriendo, se escabullen
por la esquina,
los demás amigos
cierran filas frente
a unos Policías
desganados, derrotados, hijos
de puta capaces
solo de pegarle
a mujeres y
niños, puede que,
a ancianos, nunca
a semejante animal.
Les ha derrotado
completamente. Un loco
ha protegido a
la gente, con
un desprecio absoluto,
por su integridad
física y una
fe inmensa, sobrenatural,
en sus capacidades.
El Negro
vela el sueño
de Andrés, va
muy machucado pero
no tiene nada
roto. Se ríe viéndole
pelear
en sueños y
gritar que, vengan
todos esos cagones.
Extrañas circunstancias les
unieron, son amigos
y cuida a
su hijita porque
ese blanquito tiene
huevos, valor y
coraje como para
ser, negro retinto.
Algún día, le
llevara a su
favela para que,
los pesados de ahí,
le
conozcan.
Dos de
esos Policías buscan
y ubican a Andrés, no
como Policías, como
paisanos, quieren aprender
con él, a
ser valientes, hasta
la locura. Andrés
no tiene ningún problema
en enseñarles, hasta
el día de hoy, acuden
a verle para
entrenar y con
el tiempo parecerse
a él.
Esta fue
una batalla en
toda regla, según quien
la cuente. Eran más o
menos Policías, todos
coinciden en que,
el Hombre Mono,
no defraudo a
nadie, mucho menos
a sí mismo.
Otra leyenda de
un hombre o
un hombre de
leyenda, Andrés, el
Hombre Mono.