Por circunstancias de
la vida, Andrés,
se está construyendo
una suerte de
casa, una morada
que, le ampare
de los elementos
y donde poder,
descansar y dejar
sus cosas, las
escasas pertenencias que,
posee. Es un
barrio bastante marginal,
en proceso de
expansión y consolidación, habitado
por diferentes tipos
de personas, algunas
consideradas peligrosas o
que, creen serlo.
Le falta
mucho por hacer,
no tiene puertas
ni todos los
pisos. Faltan la
tejas que, están,
carísimas, una parte
de la instalación
eléctrica y no
tiene ningún electrodoméstico, mucho
menos muebles. Una
mesa desvencijada, dos
sillas chuecas y
un colchón, conforman
su ajuar. En
dos cajas de
cartón tiene su
ropa y en una tercera,
guarda, su Judogui. Una tardecita vuelve
a casa y
le han robado
todo, incluso la
mercadería que, tenia
para vender y
poder comer. Recorre el
barrio pero nadie
vio, ni sabe
nada, aunque saben
perfectamente quien fue.
Andrés, pregunta incansable
y va y
viene por el
barrio, generando primero,
comentarios jocosos, luego
silencio hosco y
por último, admiración
ante tanta determinación, convicción
y persistencia. Los
habitantes del barrio
asumen que, no
se dará por
vencido. Cuando Andrés
lleva tres días,
deambulando por el barrio incansable,
sin nada que,
comer, sin ropa
para cambiarse, uno
de los vecinos
lo llama y
le ofrece un
refuerzo de salame
y ropa, para
que, se cambie.
No tiene, como
saber si ha
comido, o no. Andrés come
el refuerzo, por
la mitad, abraza
al vecino y
le dice que,
le debe la
vida, que, nunca
se lo podrá
pagar, llora roto,
le dice que,
la deuda, será
eterna y le
da las gracias.
Termina de comer
y se da
una ducha y
viste con ropas
limpias. Charla tranquilamente con
el vecino solidario
y pasa por
la calle un
carro tirado por
un caballo, lo
maneja un tipo
grande, fornido, supuestamente, un
amigo, Andrés saluda
al vecino que,
lo conduce y este le
devuelve, un saludo
desganado y apura
al caballo. Andrés,
sale corriendo, tras
el carro que,
ahora acelera en
carrera desenfrenada, son
casi sesenta metros
de sprint hasta que,
Andrés salta a
la trasera del
carro, los vecinos
no pueden creer,
lo que, ven
y empieza a
pegarle golpes al que,
empuña
las riendas. Tras
darle varias piñas
y diversos golpes,
manotea las riendas
y obliga al
caballo a parar,
y lo caga
a piñas al fornido auriga y
le da alguna
patada, no para,
hasta tenerlo tirado
en el carro,
desmayado.
-Al que,
llame a los
milicos….. le meto el
carro por el
culo.- Amenaza a
los vecinos que,
son testigos de
la paliza, la
carrera, todo. Agarra
al caballo y
lo pone a
la sombra, le
afloja el freno
y se sienta
a la sombra
de un Sauce
con un pastito
en la boca.
¿Qué hace, se
preguntan, todos? Esperar,
adivinan. ¿Esperar que?
Andrés espera y espera, todo
el barrio sabe
ya, lo que,
pasa y quienes
protagonizan la extraña
y sorprendente, comedia
dramática. Todos saben
que, el fornido,
golpeado y desmayado,
fue el que,
robo a Andrés.
¿Cómo lo supo,
se preguntan? ¿Cómo
demonios se avivo? Bueno,
es fácil, no
le saludo con
ganas, como siempre,
falluteo. Eso lo
vendió.
Pasan unas
horas y el
fornido se despierta
y se incorpora,
Andrés sigue ahí
sentado, como si
no pasara nada,
con el pastito,
entre los dientes.
El tipo amaga
a sentarse en
el pescante y
agarrar las riendas.
Andrés habla.
-¿Qué haces?-
Las risas de
los testigos se
adueñan de la
tarde, viendo al
fornido, un malevo
de los más
temidos, temblando, como
una hojita, mecida
por la tormenta,
aterrado completamente.
-Ese carro
es mío…ese carro
es mío, tu
rancho y se
me jodes mucho…
tu vida.- Sigue
sentado, cambia el
pastito por otro
que, acomoda entre
los dientes y
espera como si
la eternidad fuera
suya. Las risas
son descaradas. Tras
unos minutos parece
dubitativo y suelta.
-La verdad
es que, no
quiero tu puto
carro, no quiero
tu puto rancho
y no quisiera
tener que, matarte.
Decime quien me
robo y donde
esta lo mío.-
Se levanta y
camina hasta el
carro, donde, el
malevo de malevos,
lo mira aterrorizado,
dolorido de la
paliza, hecho mierda,
vamos.
-Bájate.- Espera
que, lo haga,
lo abraza por
los hombros y
le dice algo
que, nadie escucha.
El fornido malevo
se aleja caminando
con dificultad, pasa
un buen rato
pero nadie se
mueve, Andrés, espera
tranquilamente con su
pastito en la
boca y cuando
ve regresar, al
fornido malevo, con
un paquete blanco,
en las manos,
rodeado por una
tela negra, una
inmensa sonrisa, se
posa en su
cara, se le
ve alegre, satisfecho.
Agarra el paquete
con Amor, como
si fuera un
tesoro, lo sospesa
como si fuera
una balanza, un
Oráculo y cuando
está preparado mira
al fornido malevo
como si lo
viera por primera
vez y le
dice.
-Con esto,
devolviéndomelo, salvas la
vida. De ahora
en mas, cada
vez que, tenga
hambre o frio,
te buscare….y créeme,
no te gustara.
Comprendo que, me
robaras, dejándome en
pelotas, pero el
Judogui……..eso te lo
llevaste de pura
maldad. Quisiste ser
malo
conmigo…….jajajajajajajajajajajjajajjajajjajja. Bien,
bien, te puedo
enseñar, a ser
malo, te recomiendo
que, te mudes,
no sé si ,
esperare a tener
hambre o frio
para buscarte. Esfúmate.-
Andrés mira alejarse
al carro, suspira
y se sienta
bajo el Sauce,
apoya la espalda
en el tronco
y llora, mientras
acaricia la tela,
blanca, rugosa, y
la suave del
cinturón, negra, alternativamente. Sus
lagrimas caen sobre
el Judogui que,
las absorbe rápido.
Los testigos, sus
vecinos, ven a
un hombre llorando,
un hombre que,
no comió en
tres días, dispuesto
a recuperar ese
paquete y que,
destrozo, a uno
de los más temidos, malevos,
como si fuera
un bebe, para
conseguirlo, sin dudar,
sin temer a
nada, ni a
nadie. Tiene que,
ser algo muy
valioso para él,
algo por lo
que, esta dispuesto
a morir e
incluso matar. Andrés no
frena las lagrimas,
deja que, fluyan
y mojen tímidamente,
a su Judogui,
recuperado.
El fornido
malevo se mudaría
unas semanas más
tarde y Andrés
poco después. El
vecino que, le
diera de comer
es ahora un
Judoka, también tiene
un Judogui y
es compañero de
Andrés, en el
mismo tatami, va
entendiendo aquello que,
vio hace años,
empieza a entender
que, es el
Bushido, que significa:
Do, que significa
ser Judoka. Si
aquel día se
le escaparon algunas
cosas, hoy no
se le escapa
nada, incluso empieza
a ser consciente
de lo que,
significa que, Andrés
se considere, en
deuda con él.
Se ha propuesto
ser como Andrés,
dominar esos códigos
desde dentro, no
por haberlos leído,
por sentirlos y
llegar, a estar,
dispuesto, a morir
de hambre o
matar por defenderlos.