Llovía hacía más de
una semana. La
carretera era lo único
que,
estaba por encima
del agua, los
campos, estaban
todos inundados, a
ambos lados, de
la misma.
Cuatro amigos
van en un ómnibus,
con
destino a Misiones,
aburridos de ver,
solo, un lago
eterno, a través de
las ventanillas, cada
tanto, una estación de
servicio, muy espaciadas
y las copas
de los montes
que, emergen del
agua. El ómnibus llega
a un puente
medio tapado por
el agua, ya hay varios
vehículos parados que,
no se han
atrevido a cruzarlo.
Es un buen
dilema, no hay
como dar la
vuelta y cruzar
entraña un grave
peligro. Además se
le suma la
subida del agua,
no lleva visos
de parar, al
contrario dada la
cantidad de agua
que, cae, sostenidamente del
cielo.
Los cuatro
amigos bajan y estudian el
agua del rio
embravecido, Juan clava
un palo justo
en el borde
del agua, ven
como el agua
lo rebaza rápidamente.
Y eso sin
que, la central
hidroeléctrica haya abierto
las compuertas para aliviar la
sobrecarga, tendrán que
hacerlo en cualquier
momento, tanta agua
bajando hará subir
el nivel espectacularmente. Ahí no están
a
salvo y habría que,
buscar alternativas. Cruzar
es un suicidio,
quedarse ahí, es
estar atrapado, cuando
suba el agua,
solo queda caminar
por la carretera
hasta la estación de
servicio más cercana,
casi treinta kilómetros.
Si consiguen llegar,
estarán a salvo.
Hablan con todas las
personas pero la mayoría
no
ve necesario hacer
nada de eso,
solo esperar a que, pare
de llover y
baje el nivel
del agua. Un
grupito heterogéneo, formado
por hombres, mujeres
y niños consideran
que, los muchachos
tienen razón y están
dispuestos a
caminar. Una señora
llora muy alterada,
su hija de
quince años, tiene una pierna
quebrada, no puede
caminar, se deberá quedar.
Pablo, Juan,
Ernesto y Álvaro,
deliberan. Es rápido,
no hay mucho
que, evaluar, de
los cuatro, solo
uno, sería capaz
de cargar con
la muchacha: Pablo.
Lo saben todos,
Ernesto asume la responsabilidad
de
pedirle al amigo
que, se haga
cargo de la
muchacha.
Pablo busca
a la muchacha,
50 kilos o más, será una
caminata dura, dura
de verdad. Se
llama Estela y
no quiere sentirse
culpable de que,
él, no consiga
salvarse por culpa
de ella. Las
palabras de Pablo
calan hondo.
-Entonces me
quedare acá contigo,
prometí cuidarte. No voy a
obligarte a hacer
nada que, no
quieras. No pasa
nada.-
-Ándate con
ellos.-
-No, si
vos no venís,
no voy. Ahora
sos responsable de que, me
quede y si
me pasa algo, serás culpable
por no haber
venido.-
Estela lo
miro fijamente, le
resultaba evidente que,
no la dejaría sola
y que, se creía
capaz,
de cargarla un montón de kilómetros
y
sus amigos también lo creían. Era muy
cabezona pero delante
tenia alguien mucho
mas porfiado que,
ella. Y eso
de hacerla responsable
de él, eso
era muy sucio,
muy rastrero. Cedió
sin sacarle los
ojos de encima.
-De acuerdo,
llévame. Decime porque lo
haces.-
-Un amigo
me lo pidió.-
-¿Y eso
es suficiente?-
-Para mí, si.-
Pablo la
carga, bajan del ómnibus
y
emprenden la caminata.
La lluvia los
empapa en minutos,
vuelve a caer
con fuerza, parece
una cortina que,
difumina la carretera
y el agua
que, la rodea.
No ven al
grupo que, les
precede; demoraron en
salir y van más lentos.
El tiempo deja
de importar para
Pablo y cobra
relevancia para Estela
que, es joven,
no boluda, lo
que este, pibe está haciendo
es una locura
de marca mayor.
Ella pesa 48
kilos, muchos, para
llevar a la
espalda, por horas.
No se anima
ni a hablar,
no quiere molestarlo
ni distraerlo, supone
que, tiene bastante
con no caer,
redondo, reventado.
Llueve sin
parar y el
agua sube el terraplén, quedan
centímetros para llegar
a la carretera.
Pablo lo ha
visto hace un
rato, se abstrae,
como se abstrae,
del dolor atroz,
en las piernas,
la cintura, la
espalda y los
hombros, la niña
pesa dos toneladas,
como mínimo. Se
concentra en respirar
y mover las
piernas; en el próximo
metro
y después en
el que, le
sigue y después, otro más.
De repente
el agua sube
muy rápido generando
una cierta corriente,
se estabiliza a
la altura de
medio muslo, la
carretera ha desaparecido
por completo y
Estela se siente
morir, literalmente.
-¡No se
ve la carretera!
Nos perderemos.
-No. Tenemos
los postes de
luz, tratare de
mantener la distancia
con ellos y estaremos
sobre
el asfalto. Si
me caigo, evita
golpear con la
pierna rota, no
te asustes y
mantenete agarrada a mí. Tendrás
que, ser valiente,
un poco más.-
-Va a
oscurecer antes, estamos
perdidos.-
-Juan, Ernesto
y Álvaro buscaran
la manera de
hacernos saber donde están,
quédate tranquila, sobrevivirás,
crecerás, te casaras,
tendrás hijos, tendrás
una vida, vos
no morís hoy,
ni en estas
aguas, de eso
me encargo yo.-
-Estas mas
muerto que, vivo,
jadeas, casi no
podes moverte, ¿Por qué mentís?-
-En tres
minutos tendré fuerzas
otra vez y
no te miento,
vas a salvarte,
aunque para eso
yo deba morir,
esa es una
de las razones
de que, Juan
me dejara, a mí, atrás,
contigo.-
-¿Estás dispuesto
a morir, por
salvarme? No me
conoces de nada.-
-Eso no
importa, nada. Necesitas
que, te ayuden,
bueno, te ayudamos.-
-No lo
entiendo.-
-Ni falta que,
hace, tendrás años
para pensar al
respecto.-
Es una
caminata infernal, Estela
llora de solo
pensar lo que,
soporta Pablo y
este hace rato
que, desconecto su
cerebro de todo
lo que no
sea llegar. La
noche se cierra
de golpe debido
a la cortina
de agua haciéndole titubear,
se ha quedado
sin referencias. Adelante
un fuego cobra
vida, de repente,
está en alto,
sobre un techo,
seguramente. Pablo porfía
contra el agua,
su cansancio y
las ganas enormes
que, siente de
dejarse caer en
el agua a
descansar. Lo único que,
lo mantiene de este lado
de la locura
más radical e
irreversible es un
compromiso: Estela. Salvarla.
Juan, Ernesto
y Álvaro les
ven llegar y
se meten en
el agua a
buscarlos. Los dos
primeros agarran a
Pablo que, se
desmaya y Álvaro
a una Estela
rota en llanto.
Entre tanto refugiado,
la estación de
servicio está colapsada,
pero se ha
guardado un lugar
para Estela que,
se niega a,
separarse de Pablo.
Cuando este despierta,
su almohada es
la cadera de
Estela que, le
acaricia como si
fuera un bebe.
Vuelve a dormirse
durante horas y
al despertar tiene
la misma almohada.
Dos días, más tarde,
un helicóptero les
descubre e informa
donde están, a
los equipos de
rescate. De los vehículos
parados
cerca del puente
no hay ni
rastro, aparecerían veinte
días, más tarde,
al bajar la
aguas, río abajo.
Estela apenas
tiene tiempo de
despedirse de Pablo
y sus amigos
que, vuelven a
casa, las vacaciones
se esfumaron. Los
cuatro, salvaron a 43 personas,
incluida Estela; aunque
a Estela se
la considera solo
de Pablo, su
trofeo personal.
El timbre
suena en casa
de Pablo que,
va a abrir
la puerta, paradita
en el umbral
hay una adolescente,
muy seria, esa
carita le suena
de algo pero
no consigue situarla.
-¿El señor
Pablo?-
-Si, yo
mismo. ¿Quién me
busca?-
-Paola.-
-Bien Paola,
¿debería conocerte?-
-No, usted
conoce a mi
madre.-
-¿Y quién
es tu madre?-
-Estela.-
-¿Aquella niña más o
menos de tu
edad que, hizo
de mochila, hace
mas de 30
años?-
-Esa, si.-
-¿Qué puedo
hacer por vos
linda?-
-Cargarme.-
-¿Hasta dónde?-
-Hasta la
calle, bastara.-
Pablo la
sube a su
espalda bajo la
mirada de su
mujer que, está
evaluando echarlo, está
harta de tantas
mujeres de cualquier
edad que, aparecen
en la casa,
preguntando por él,
absolutamente harta. Parada
en la vereda
espera Estela, en
una mano su
marido, en la
otra un niño de cinco
o seis años.
-Podíamos elegir
donde pasar las
vacaciones, mi marido,
Julián y Paola
decidieron que, era
hora de conocerte,
querían ponerle cara
a mi historia
de un hombre
que, cargo conmigo
más de treinta
kilómetros, bajo la
lluvia y después con
el agua a más de
medio muslo. No
me creen, dicen
que, exagero.-
-Pasen, por
favor.-
Pablo no
fue expulsado, su
hijo y la hija
de Estela congeniaron,
lo que, le
llevo a tener
un aparte con
su hijo:” Cuidado
con lo que,
haces, usar goma
es estrictamente obligatorio,
¿Fui bastante claro
para tus hormonas?
Bien”. Las dos
familias se acoplaron
bárbaro, la semana
que, duro la
visita. Las carcajadas
invadían la casa,
cuando Estela relataba
una y otra vez, la
odisea de Pablo,
llevándola en la
espalda. Le sacaba
drama a la
gesta y la hacía parecer
fácil, pero siempre
recalcaba que, Pablo durmió,
casi
dos días, para
recuperarse del esfuerzo,
realizado, a todos
los niveles.
Juan, Ernesto
y Álvaro, principalmente Juan,
explicaron que, solo
Pablo, debía intentarlo,
era tan cabezón
que, no se dejaría
ganar
por la adversidad.
Simplemente era el único
de
los cuatro, con carácter,
para
hacerlo. Y los
hechos, lo habían confirmado
sobradamente, ahí estaban
los dos, Estela
y Pablo para
demostrarlo. Además había
algo más, si
Pablo asumía la responsabilidad de
cuidar de alguien,
podías esperar que,
muriera intentándolo, pero haría
lo
imposible por no
morir ni permitir
que, muriera quien dependía
de
él.
-La próxima visita
es de ustedes
a nosotros, le
deje la dirección a
tu señora, dame tu
palabra de que,
iras.-
-¿Mi palabra?
No vale nada.-
-Jajajajajjaj, tu
palabra vale mi
vida, te lo
pido como amiga,
visítame, haceme ese
regalo.-
-De acuerdo.
Mi hijo se pondrá
muy
contento.-
-Cállate, y
mi nena. Tengo
que, hablar seriamente
con ella o
seremos abuelos en
nada.-
-Al mío
lo capo.-
-Seria tarde,
¿no te parece?-
-Habla con
ella, yo ya
hable con mi
hijo, pero mejor
que, los dos
se cuiden.-
-Te esperamos
y a la
familia. Te quiero
mucho, nunca he
sabido como agradecerte
aquello.-
-Dame las
gracias.-
-Gracias.-
-Ya está,
de nada, fue
un verdadero placer.
Que tengan un
buen viaje.-
-Gracias. Te
espero, en serio,
Pablo. Y muchas
gracias por salvarme.-
-Viajaremos a
tu casa, te
avisamos y caemos.
Cuídense mucho todos.-
Pablo entra
a la casa
y se topa
con su hijo
que, le espera.
-¿Es verdad?-
-Si.-
-Nunca lo habías
contado.-
-Hay muchas
cosas que, nunca
cuento.-
-¿Solo porque
Juan te lo pidió?-
-Si.-
-¿Entonces la
idea que, tengo
de un padre,
flojito y blando,
es errónea?-
-Ya estoy
viejo, ahora no podría
hacerlo,
ni planteármelo.-
-Hablare con
los tíos, me
cantaran la justa.-
-No les
creas nada, son
tres mentirosos, viejas
chochas.-
Los tíos,
Juan, Ernesto y Álvaro le
dicen varias cosas
sobre su padre,
pero son tan
descabelladas e increíbles que,
no sabe que,
pensar. Una cosa
tiene clara: Estela
fue salvada por
él, en una
caminata infernal, con
ella a la
espalda y lo
hizo, porque su
amigo Juan, se
lo pidió. Son
amigos desde hace
añares y si
alguien le conoce,
son esos tres,
porque ni su
madre, sabe bien
a que, atenerse,
respecto al marido.
En el altillo
hay una vieja
caja, sube a
buscarla y bucea
en su contenido.
Fotos, recortes de
diarios, cartas manuscritas,
le muestran un
Pablo desconocido, cualquiera
pregonaría a los
cuatro vientos esas
gestas, su padre
las deja pudrirse
en una caja
y actúa como
si fuera un
veterano mas, no quiere
pararse a pensar
si alguno de
los tíos le
pide que, haga
algo, o mamá
o el mismo.
Guarda todo nuevamente
en la caja
y baja.
-Espero que,
sepas guardar un
secreto. Tu madre
no sabe apenas
nada de eso,
me gustaría que,
siguiera siendo así, imagínate si
llega a saber
que, solo tiene
que, pedir, sería
un desastre para
mi.-
-Quédate tranquilo
papá, no diré
nada.-
-Gracias. ¿Me
hiciste caso con la nena
de Estela?-
-No es
ninguna nena y
si, te hice
caso.-
-Perfecto, seguí así. Voy
a casa de
Juan, avísale a
mamá que, vendré
a cenar.-
-Dale, yo
cuido el fuerte,
aunque no, como
lo harías vos.-
Pablo camina
hacia la casa
de Juan, tiene
suerte, mucha, posee
una excelente familia,
su mujer es barbará, Pablito
ya es un
hombrecito y se
ve seguido con
Juan, Ernesto y Álvaro; tiene más de
lo que, habría imaginado,
aquella vuelta en que, cargando
a una guacha,
con el agua
a medio muslo,
pensó muchas veces que,
no lo conseguiría.