domingo, 9 de marzo de 2014
La misma sangre.
Hace unos años Javier Bauluz, fotógrafo, saco una serie de fotos, en una playa de Cádiz. Nada sorprendente excepto porque, en la playa, el cadáver de un inmigrante, dejado por la resaca marina, en la arena, no impedía a nadie, bañarse, tomar el sol o jugar a la paleta. La vida seguía su curso, inmune a la muerte, el drama de la inmigración, la desesperación de quienes apuestan su vida a todo o nada, buscando comer, cada día o que no les violen y les maten, quienes tienen armas y no respetan nada. Los años pasan y el drama sigue, honestamente, seguirá hasta que caiga Europa o sean exterminados, los pobres de África, lo que pase primero. Bueno, los pobres del mundo, los que por un extraño deseo de querer comer cada día, tener un techo y a poder ser una vida, nos mudamos a Europa o Usa; generando tantos problemas, innumerables, en un impulso egoísta, en el que solo pensamos en nosotros y no, en nuestro lugar de destino. Los años pasan y el problema, con vaivenes, se mantiene, amaina o recrudece, en un fluir vital, donde nadie es inocente, si exceptuamos, a quienes huyen de sus hogares, dispuestos a jugárselo todo, en búsqueda de una vida, no una mejor, simplemente, una vida. Ver en las noticias ciertas imágenes, revuelve el estomago, el mío sin dudas; investigar un poco al respecto, también y pretender, reducirlo todo a si los Guardias Civiles, hacen bien o mal su trabajo; a que los inmigrantes desharrapados y para colmo negros, deberían quedarse en sus casas, sin saber que muchos, no las tienen; o dilucidar si Ceuta y Melilla, son frontera de España o la frontera sur, de la Unión Europea; me parece inhumano pero extremadamente humano al mismo tiempo. Queremos conservar nuestro bienestar y si el precio, es que haya millones de personas, bajo el umbral de pobreza, pues, entonces, mala suerte para ellos. Solo valemos como mano de obra barata y hoy, no hace ninguna falta, cuando la demanda vuelva, ya les instalaremos en contenedores marinos, sin agua, luz ni baños y les haremos trabajar como lo que son: esclavos. Llevo tiempo, mucho, demasiado, sin ver a Ibrahim y sus amigos, les perdí la pista, sus teléfonos no están operativos e igual, volvieron a su amado Senegal. Como me dijo Ibra, para ser un blanco, merecía ser negro pero no vivir como tal. A él, le decía Negro, es de una piel color negro retinto, con reflejos azulados y reíamos como demonios, cuando yo les contaba que habia inmigrado en avión y ellos decían que eso era bien de blanco; sus historias no eran de risa, se ponían serios y enumeraban a sus amigos que quedaron, jalonando los caminos o las aguas. Tipos duros pero siempre sonrientes, bromeando, burlándose de sí mismos y de la vida, que por suerte, les habia hecho negros y musulmanes. Se pusieron serios, cuando mencione al diablo, en árabe, no por un posible insulto o falta de respeto, por lo erudito del nombre que me sé y cuando les explique, como lo habia aprendido, volvieron las carcajadas, remate diciéndoles que habia sido la voluntad de Ala, también en árabe, lo único que se decir y casi me dejan para el arrastre de tantas palmadas. Tomábamos te negro, ellos amargo como la vida, yo endulzándolo un poco y nos contábamos de nuestras tierras, nuestra gente y como vivíamos. Que extrañábamos y que no. Nos unía que éramos seres humanos, la tragedia de haber emigrado y por tanto inmigrado; el respeto por las diferencias del otro y como también me dijo Ibra una noche: si nos cortamos, si con un cuchillo nos cortáramos, los dos sangraríamos, sangre roja hermano, de negro o de blanco, es la misma. Es imposible que me leas hermano, imposible, pero hagamos de cuenta de que sí; te quiero y te extraño, Negro, nuestros hijos no llegaron a jugar juntos, café con leche, decías. Estos días te llevo en la cabeza todo el rato, en las Vallas, los inmigrantes se la juegan a una sola carta y muchos pierden, seres humanos como tú, con sangre bien roja, como la mía. Espero que Ala cuide de ti y los tuyos; mi teléfono es el mismo, mi diré, por ahora, también; en el gimnasio ya no me agarras, cambie. Cuídate hermano, cuídate negro
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