Para progresar,
en el Judo,
necesitamos compañeros, que
nos ayuden, poniéndonos
desafíos, enseñándonos, recordándonos
cuando éramos cachorros
como ellos o
viéndoles, como un
ejemplo, a perseguir.
No hay Judo,
sin compañeros y
por eso, son
esenciales. A los avanzados,
les buscaremos las
cosquillas, sin cruzar
una sutil línea,
difícil de explicar;
que separa lo
correcto, de lo
que no lo
es en absoluto
y como cortesía,
pues, normalmente, nos
estará dejando trabajar,
sin poner toda
la carne en
la parrilla. A
estos, hay que
plantearles desafíos, que
les resulten atractivos,
para que, no
se aburran y
decidan, que merecemos, aprender
nuevas cosas, puesto,
que nos las
estamos ganando, de
la manera en
que se ganan.
Los de
grado inferior y
menores conocimientos; edad
avanzada; limitaciones físicas
y técnicas o
muy jovencitos, son
los que requieren,
más atención y
esfuerzos, ahora, sos
el grado superior
y sos quien
cuida, bajando a
su nivel; permaneciendo
atento a muchas
cosas, una obligación
en cualquier caso
o supuesto, llena
de responsabilidades, que en ningún
caso, podes olvidar
u obviar. Saber,
exactamente, las condiciones
físicas y mentales,
es vital, para
desempeñar, tu papel,
con éxito; porque
es muy importante,
conocer los limites,
de cada uno
de tus compañeros,
mucho más, que
sus técnicas y
mejores situaciones de
ataque. Ellos, también
van conociéndote y perciben,
tus cambios, inmediatamente y
lo que peor
llevan, es notar,
que te dejas
en demasía; caer,
les duele, les
molesta, pero derribarte,
sintiendo, que no
lo impediste, es
algo, que no
quieren. Conseguir el
equilibrio, para reforzar,
una técnica bien
ejecutada y cederles
la caída, sin
que se aviven,
de que les
dejaste, es un
arte en sí mismo, que
dominan prácticamente, todos
los cinturones negros
o lo dominaban,
vivimos tiempos oscuros,
donde se pasa
a tal grado,
sin necesidad, de
ir al examen
y así, difícilmente,
se aprenda nada
y el examen,
ya es una
risa, pero eso,
es otra cuestión.
En la línea,
de buscar el equilibrio, cuando
notas, que un
compañero, empieza a
desmotivarse demasiado, porque
no puede hacerte
nada y siente,
que nada le sale
ni funciona, es
la hora, de
recompensarle los esfuerzos
y reforzarle la
moral y la
técnica o técnicas,
que intenta. Solo,
cuando ha trabajado
y se lo
ha ganado, si
alguien es vago,
no tendrá premio,
se lo tiene,
que ganar; entonces,
con sutileza, me
pongo en situación
vulnerable, al ataque,
que preveo hará
y le amago
un ataque mío
o fallo clamorosamente un
ataque, desencadenando, su
ataque o contra
ataque y termino, cayendo
al tatami. Rara
vez, me descubren,
aunque alguna vez,
lo hacen y
cuando reclaman, les
digo, que yo,
no me dejo,
bajo ningún, concepto
y seguimos trabajando. Así, evito
desmoralizar a ninguno
de mis compañeros,
o no demasiado
y cuando alguno
se crece mucho,
con cerrarle el
agarre, o hacerle
alguna cosita extraña,
que le haga
pensar, en lo
vulnerable que queda,
en cuanto me
lo propongo; le
haga plantearse, hasta
que punto, soy
serio y hasta,
que punto juego.
Y que no
termine de saber,
que es que. Cuando un
clavo sobresale, remáchalo.
Cuando un clavo,
está hundido, desclávalo.
Algunos compañeros, lo
logran rápido, crecen,
avanzan y un
día, se plantan
frente a ti,
dispuestos a cuidarte,
midiendo, pero van a probarte;
envejeciste, les enseñaste
todo lo que,
sabías, le puliste
técnicas e inventaste
combinaciones, agarres y
todo lo que
necesitaron, para conseguir
ser efectivos, pero,
pero, te conocen
y saben, que
tenes una cierta
capacidad mágica, de
sacar un lance,
desde la nada
más absoluta, igual
vienen; otros son
más lentos, lo
consiguen pero jamás,
trataran, de medirte;
no de esa manera,
se pondrán, en mil randoris
y disfrutaran; por
último, muchos dejaras
de verlos y
nunca podrás saber,
hasta donde llegaron,
de algunos te
dirán que agarran
como tú, reaccionan
como si fueras
tú, con dos
décadas menos.
-Hago con
él, Rafa y
sos vos, bajándome
el cuello y
trabajándomelo, todo el
tiempo, de zurda
o de diestra,
en una táctica
abierta, de espejo;
le falta, pero
será como voz,
un incordio.- Dijo
un amigo, hablando
de un compañero,
con el que
ya no coincido
y me dejo
pensando, nunca lo
había imaginado, ni
anticipado, pero supongo,
que es lógico.
Ocuparte, de
lo que necesitan
tus compañeros, es
más importante, que
hacerlo de voz
mismo y si
bien, se supone,
se suponía, que
era, algo natural,
fuera de discusión,
hay que asegurarse,
de que siga
siéndolo. No es nada
fácil, engañar a
un cinturón negro,
con un ataque,
que parece verdadero
y no lo
es, caer por la contra,
es el objetivo,
si, ser derribado,
reforzar al compañero,
darle alas, apoyarle
para, que siga
creciendo y guardarte
el secreto, que
no podes compartir;
claro, que el
Sensei se acerca
y te pregunta,
si estás bien,
la pregunta es
otra y los
dos lo sabemos.
A él, no
se le escapa,
mi acción, ni
los motivos, ni los objetivos
y por eso,
te hace ver,
que entendió la
jugada, perfectamente. Nada es
lo que parece
y un cinturón
negro, que aparentemente, castiga
a cinturones inferiores,
sin piedad, bajo
la mirada del
Sensei, probablemente, este
enseñándoles mucho o
en el suelo,
haciéndoles, sudar de lo lindo,
presionándoles al límite
y siempre, sin
lastimar, ni siquiera,
corriendo el riesgo,
de hacerlo, cuidándoles
en todo momento. No me
pesa, en absoluto,
ser cinturón negro
y llevo años,
ayudando a mis
compañeros a crecer
y avanzar; ahora,
también tengo uno,
que me lleva,
al limite a
mí y me
cuida, todo el
tiempo. Son cosas,
que solo las vivís, con
un Judogui, en
un tatami de
un Dojo, con un Sensei,
velando por todos
y cada uno.
Te cuidan, cuidas,
nos cuidamos, regla
de oro del
Judo; donde no
hay que olvidar,
que la prosperidad
y el beneficio
mutuos, es axioma,
o debería serlo
y donde caer,
beneficia la destrucción
del ego y
fomenta la humildad;
donde el coraje,
es virtud necesaria;
donde la cortesía
se aprende, como
la educación y
la disciplina. Donde
el grupo, importa
más que el
individuo, donde el
débil se protege
y cuida mientras
se le hace
duro, con paciencia
y arreglo, a
sus condiciones; donde
se respeta al
anciano y a
cualquiera; donde las
reglas se observan
por pura educación.
Donde engañar al
compañero, en aras,
de su crecimiento,
es un arte,
dentro de otro
arte. Donde un
adolescente, yo, pudo
encontrar, un camino,
con un horizonte
abierto, bajo la
guía de Senseis
y la ayuda
de compañeros. Era y soy
débil y a
ellos, no les
importo lo más
mínimo, solo dejaron
al Judo actuar
y aquí estamos,
pasaron más de
30 años y
el horizonte, sigue
abierto, eso es una victoria,
no tanto mía,
como suya, del
Judo, Senseis y
compañeros. Unos pocos
entenderán el cierre
y no esta
encriptado, pero es
así. Hoy, tantos
años, después, sigo
tratando de conseguir
hacer Hanei-Goshi, uno
decente, porque, Sensei
Alfredo Melera, compañero
en los inicios,
no solo lo
hacía, te sacaba
o me sacaba,
cuando le daba
la gana. Si
amigo, si, sigo
porfiando y en
Uchi-Komi, bien, sale,
en Randori, olvídate
y en Shiai,
ni siquiera, me
lo planteo. Para
la foto, lo
hago por los
dos lados, varios
agarres, distintos tipos
de entrada, hacia
atrás, hacia adelante,
para el costado;
saltando, girando la
cadera, como si
fuera a ir,
para Harai-Goshi y
con Uke, bien
agachado. Poniendo mi
pierna doblada alta,
uno con la
pierna muy alta,
casi en la
cadera de Uke
y por supuesto,
tobillo con tobillo,
es como, mejor
me sale. Y la entreno
y la entreno
y la entreno,
sin ninguna razón
aparente, si exceptuamos,
que mi compañero,
Sensei Alfredo Melera,
la hacía, me
la hacía, con
una solvencia formidable. Probablemente, persiga
esa efectividad, no lo sé;
es rara, nadie
suele hacerla, se
ve poco y ha sido,
está siendo, un
desafío interesante. Cuando la
tenga, pasare a sus combinaciones
y las puliré
y con eso,
tendré hasta que,
se termine mi
tiempo. Como ven, un
compañero, ha influido
en mi, tanto,
como los Senseis
y si bien,
el no quería, ser
considerado, como tal,
lo era, lo
es. Cuando tuvo
que darme una
cachetada, me la
dio, cuando tuvo
que putearme, lo
hizo, cuando tuvo,
que abrazarme con
torpeza, lo hizo y cuando
tuvo, que darme
una paliza, siempre
en el tatami,
lo hizo y
cuando tuvo, que
felicitarme, en la
victoria o la
derrota, lo hizo,
risueño; jamás, se le escapaba,
la locura, que
yo, había intentado
y desemboco en
mi derrota. Te cuidan,
cuidas, nos cuidamos;
aun en las
distancias largas o
desde el ayer,
hacia el hoy,
las enseñanzas, perduran,
aunque quienes, las
impartieron, ya no
nos acompañen físicamente;
porque en el
Judo, no sos
nadie, sin compañeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario