martes, 21 de julio de 2015

Falté por no llegar tarde.


Hoy no pude ir a entrenar, sabía a la mañanita temprano, mientras armaba la mochila que no saldría a tiempo pero igual me la lleve, por si se alineaban los planetas cosa que no paso. Odio, me molesta profundamente llegar tarde, ni teniendo la excusa del trabajo o razón de peso, no deja de ser una excusa; prefiero faltar a llegar tarde. Aquello de la puntualidad llevado a la exageración, si, decididamente pero así creo que debe ser. Distinto sería si por regla general, debiera llegar 10 minutos tarde, por trabajo o estudios; entoses lo hablaría con el Sensei y probablemente, aceptaría que llegar tarde es mejor que no ir nunca. Cómo esta hablado que me puede pasar lo de hoy y si llegara tarde, no pasaría nada pero me pasa a mí, soy yo quien no quiere llegar tarde. Como no se me suelta el cinturón ni el pantalón. Nunca me verán descalzo; acostado en el tatami cómo si de una playa se tratase o aguantando cualquier pared, ante el riesgo de que se derrumbe con el próximo terremoto que no ocurrirá pues no es zona de movimientos telúricos. Me enseñaron a observar estas cuestiones y otras muchas; me explicaron cuando llego el tiempo de que lo supiera de que esa conducta nos distinguía y que el ejemplo, el bendito ejemplo era primordial para que los que vienen por debajo vean que lo que se les pide es algo que los veteranos cumplimos, observamos y si nosotros podemos, ellos deben hacerlo. Yo me paso de frenada, subo demasiados cambios y las revoluciones están en rojo, lo sé, soy consciente; probablemente es un reflejo ante tanta desidia y dejadez cómo se ven por doquier. Supongo que no está mal para quien llega de Uruguay y su grado no es homologado, entiendo que debido al excelente nivel de España y cuando voy a dar el examen de Sho Dan de España, en dos minutos me paran, tengo demasiado nivel en comparación de quienes se están examinando ese día, da vergüenza, les da vergüenza a los profesores y eso que lo que piden acá cómo temario es una verdadera bicoca. A mí, lo que me importa, es pensar en que sentirían mis Senseis si pudieran verme; si vieran que falto antes que llegar tarde, menearían la cabeza, pensarían que soy tan cabezón cómo cuándo era un potrillo y ojala sonrían de orgullo, si de orgullo, el que deriva de ver a un alumno comportándose cómo siempre esperaste que algún día lo hiciera, teniendo dudas, el material de este potranco con el que arrancaron era pobre y sigue siéndolo, eso no cambio, pero apostando a que el Judo que ellos enseñan, contribuiría y si, y si, el potrillo trabajaba duro, podía darse…podía, ojala se diera. No por ellos, no, por mí que necesitaba, necesito, al Judo. Lo menos que puedo hacer, es hacerles sentirse orgullosos, aunque sea íntimo y no lo compartan, que sientan que contribuyeron a que me encandilara con el Judo y al ocurrir ese milagro, consiguieron que me superara ampliamente como persona. ¿Saben una cosa? Eso también es una regla básica del Judo o lo era: Honra a tu Sensei y a su Dojo. Inténtalo por lo menos, mírame a mí, que falto antes que llegar tarde y con ese acto, les hago saber, aunque no lo sepan, no tengan cómo saberlo, que aprendí un poquito de lo mucho que enseñaban. Al faltar, también mimo a mis compañeros, es muy molesto ver llegar a un compañero tarde y más, si reincide con alevosía excepto cuando es por trabajo o estudios; o aunque sea algo puntual, da igual, molesta. Sin compañeros no hay Judo, algo que también se va perdiendo, olvidando ante el fulgor del metal que nos ciega y limita.

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