Inspirado al leer a: http://editorialorsai.com/blog/post/teniamos_un_juguete
Empecé a comentar y se alargo y alargo, quise terminar la acción y no pude. Pedí una nueva contraseña y no funciono, entonces seguí escribiendo hasta llegar a esta entrada mía, pero que arranca, se inspira, en la lectura de la entrada de Hernán Casciari en Orsai.
Lo que sigue es mi comentario.
Fútbol: Deporte Rey por cantidad de
seguidores y espectadores que van al estadio, los estadios o pagan por ver los
partidos en sus casas o usan la variante de ir a un bar donde lo pongan, el
dueño tuvo que pagar para poder tenerlo en su o sus pantallas.
Mueve
miles de millones de euros y de dólares en todo el mundo; ahora está en el
candelero por los escándalos de corrupción que le han aquejado desde hace mucho
pero recién ahora se han dignado a investigar quienes deben hacerlo y tienen
los medios para desentrañar toda la trama de deposiciones que la ensucian. Cómo
hace ya tiempo que viene desencantando a muchos por todo lo que lo ensucia:
barras bravas letales, hinchadas problemáticas, reventa de entradas, arreglo de
partidos y hasta de campeonatos y lo peor, lo definitivo: la caída del nivel
del juego. La esencia del mismo son aquellas jugadas o recursos que demuestran
habilidad, técnica, coraje, viveza, entendimiento entre los compañeros,
fantasía para intentar lo imposible y conseguirlo; inteligencia para generar un
hueco para el compañero habilidoso, capacidad de sacrificio permanente,
compromiso con la camiseta que se lleva puesta que es la que les paga por jugar
y respeto para los hinchas y seguidores de esos colores que siempre estarán,
cuando los cambian pues venden como cualquier activo, los seguidores no lo
hacen, es tabú; uno es hincha de un cuadro para siempre, fidelidad hasta la
muerte. Y se ha perdido por asegurar
la pelota, por evitar que te hagan un gol y en general cualquier cosa que
desarme el dibujo táctico (¿?), olvidando que es un juego, ¡un juego! Y la idea
es que quienes lo juegan se diviertan, a pesar de ser profesionales y quienes
los miran jugar disfruten viéndoles hacer maravillas.
Para algunos, muchos en realidad, sigue habiendo un solo juguete. La
globa rueda, pica y se retoba, perseguida por pies descalzos o mal calzados,
porfiada y casquivana, veleidosa, solo se deja dominar por los pies de los
escasos jugadores que saben tratarla con mimo y le piden que haga maravillas.
Horas y horas cada dia, pasan corriendo tras la globa, de esa manera se olvida
el hambre, las palizas, los maltratos, la falta de oportunidades, la no
existencia de un horizonte. Incluso, en lugarcitos señalados, saltan al potrero
las guachas, que soportan el estigma de serlo: ¡hembras, que asco! Soportan las
patadas, los codazos, las manos en el orto y tenaces, ellas lo son siempre,
siguen jugando penalizadas por serlo, mujeres, niñas, hasta que aparece el cañito
inverosímil por ser de ida y vuelta, algo raro de ver y menos hacérselo al
gigante del cuadro de enfrente, cosa que ellos no harían jamás o el toque
sutil, mas caricia o mimo que cualquier otra cosa; cuando ella le pide a la
globa que le dé un beso a la chancleta olvidada que marca fuera o dentro; cayéndose
derribada por el back que le pego una patada de las que te destrozan la pierna;
desesperado ante la posibilidad de que esa hija de la gran puta, los clave y
ante la salida del golero que viene como un tren a arrollarla, toque que firmarían
los mismos Dioses, los tres 10, por oportuno, desesperado, inteligente, técnico
y porque pasa por el lugar delimitado por las dos chancletas, besando por
dentro a una; que hacen de arco ante el pasmo del golero violado, la defensa
completamente desarbolada y sus compañeros que corren a levantarla y abrazarla,
todos piensan lo mismo: el que le toque el orto o le pegue duro, está muerto;
acaban de ver una maravilla y lo hizo ella, no ellos. En adelante, se
preocuparan de vigilar que tanto se le pega, él que mida mal y se pase de la
raya, en la siguiente jugada caerá reventado a tierra.
Las niñas o mujeres no festejan el golazo que acaban de hacer, les duele todo, desparramadas en la tierra, piensan en
salir a descansar, lavarse la sangre y recuperar el aliento. Solo hasta que sus
compañeros reacios a protegerlas hasta ese instante, cuidarlas y tratarlas como una amiga o una
hermana o incluso cómo una compañera del mismo cuadro, solo las dejan regaladas
arriba, no sirven para nada, son guachas; llegan en barra, la levantan, la
felicitan, alguno hasta la abraza y le animan a volver a ensartar a esos putos
y quédate tranquila, si te pegan, se arrepentirán; es tanta la emoción que le
rompe el pecho que no se acuerda en lo que queda de juego, de que lleva la
canilla derecha con un golpe atroz. Exhibirá la hinchazón morada como trofeo de guerra durante las semanas que durara, sumado a las otras marcas que adornan sus piernas, ella no puede permitirse medias para esconderlas ni falta que le hacen si hay una pelota y los guachos la dejan jugar, se la pasan y la cuidan, fajándose por su compañera
Hay potrero y campitos; hay playas y calles en América y África; en la profundidad y no tanto de ambos continentes, donde hoy, si hoy, solo hay un juguete tras el que corren enjambres de niños y algunas niñas: son menos que antaño parecen serlo; para esos niños y niñas; algunos no son ya niños ni niñas, es el único rato lúdico de sus vidas y juegan con pasión, la misma que le poníamos nosotros cuando eramos niños y no tanto. Para muchos de nosotros murió el juego y lo que le rodea, para mí, bastaría con subirme 13 horas a un avión, llegar al barrio, acercarme a cualquier campito donde estén jugando, si fuera verano con bajar a la playa estaba arreglado y pedir un hueco, aunque sea de golero, en minutos estaría metido en el juego, disfrutando una barbaridad, dado que quienes corren tras la globa y disfrutan haciéndolo, no le niegan ese placer a nadie que pida participar, con pedirlo alcanza o cómo mucho te dicen que busques a otro que quiera jugar y así pateara uno para cada lado.
Después, tiempo después, llegan los
contratos para unos pocos, muy pocos y la estrategia, la táctica y la única razón
de ser: ganar a cualquier precio y a toda costa pero no ya buscando hacer un
caño, un sombrero, tocarla por un costado, dejarla pasar, mandarla al hueco
para que el Flaco llegue inesperadamente, meteóricamente, madrugándolos a
todos, levante la cabeza con tiempo, vea a sus compañeros entrando y la meta envenenada
para el Beto que la mandaría guardar de cabeza o con cualquiera de los
rebenques o aquella jugada en la que uno retrocedía de espaldas al arco
contrario y de cara al compañero que la tenía y venía encarando, aguantando
todo lo que pudiera a los defensas, sus patadas y golpes en los riñones,
pisando el área grande, llegando al área chica o era derribado, penal que era prácticamente
gol o se tiraba al suelo y el compañero fusilaba al golero por el hueco
generado, gol. Paredes, tacos, dominar la globa rodeado por varios contrarios y
sin dejarla caer, salir del embudo encarando o dándosela a un compañero;
engancharla con los tobillos y dar un salto mortal librándote de una situación
adversa y manteniéndola; llevarla cosida al pie, metiendo amagues a diestro y
siniestro; los cambios de ritmo inesperados; dormirla con el pecho y dejarla
mansita, acurrucada a tus pies esperando que le dijeras que intentarías o hacer un pase con el mismo pecho o una
pisadita.
Se pierde la diversión, solo queda la obligación y el trabajo, entendido
como una tarea remunerada, no cómo el lógico esfuerzo de ayudar al equipo a
llegar al arco de enfrente y mandarla a guardar, cualquiera, hasta una guacha,
no importa, solo importa que entre tras un trabajo de equipo donde cada uno desempeña
su rol acorde con sus características y habilidades. Y pasar unas horas divertidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario