sábado, 25 de junio de 2016

Evitar una pelea y sus consecuencias.

Jueves 22 de junio del 2016, entre las 1337 y las 1352,  Alcudia, Valencia, España.

Un sujeto me increpa por no cederle el paso, tras una persecución de película por el polígono, no llegare al cuartel de la guardia civil en Carlet que queda a unos seis kilómetros de donde estoy y decido no arriesgar más mi integridad ni la de nadie. Freno, me bajo cierro la camioneta y que el Diablo reparta suerte.                                

De unos 20 años, 15 kilos menos que yo y algo más alto. Agitanado, peligroso en jauría, nada en solitario. Está muerto al poco de bajar gritando del coche, alterado, fuera de sí; pude destrozarlo de muchas maneras y me sobran ganas de hacerlo. Ya gane, ahora se trata de evitar tener que herirle o matarle de verdad; ahora el combate es con mi furia que crece amenazadora y existe el riesgo de que la bestia se suelte, rompa las cadenas y tome el control. Ese es el combate y no otro; es lo que no deberé perder de vista en los próximos minutos. En juego está mi vida, yo sí tengo mucho que perder y gente ante la que responder por mis actos, no moriré en ese lugar, no a manos de ese desgraciado que vocifera fuera de sí; pero muchas cosas pueden perderse si no soy capaz de hacer magia y salir no solo indemne, además ese sujeto tiene que estar entero al final del asunto. Abre la valija del coche y empuña una suerte de rastrillo con un mango de 50 o 60 centímetros y dientes de dos o algo más; oxidada, no es una herramienta que use para trabajar, es un arma y por eso la lleva en su coche. Ahora se siente valiente. Yo tengo un arsenal disponible,  un cerebro y un cuerpo que son armas, ya pude reducirlo, matarlo, violarlo, hacer lo que me diera la gana; no me siento valiente, solo estoy preocupado por si pierdo el control y dejo fluir la rabia, la ira.   Un sol de justicia y un cielo limpio son los testigos, los humanos que hay en la vuelta se esfuman, así de valientes son, así es cuando hay un gitano o alguien agitanado implicado; ni siquiera llaman al 112, ni siquiera tratan de conseguirme ayuda, solo se esfuman y no les culpo, así están las cosas y punto.  La Vida reparte sus cartas, no tiene por qué darte una mano buena y lamentarse no te sacará del apuro. Ahora que empuña su arma y se siente un poderoso guerrero, capaz de todo y al que no le importa nada, cómo grita muy alto, como para creérselo, avanzó un paso, acorto la distancia para que vea que no me da nada de miedo y acortar el impulso que podrá imprimirle al arma si decide atacar, lo está considerando pero no se decide. Si ataca, mejor será matarle; si solo lo reduzco o hiero, no podré trabajar más en la zona ni con esa camioneta, me buscarán y siempre habrá algún imbécil que no me busco ayuda pero se cagara y piara, orientando a sus pares, llevo uniforme, es naranja y se ve a kilómetros, cualquier dato les servirá para llegar hasta mi. La ley también me buscara y en las noticias solo dirán que se Judo, como si eso me convirtiera en un delincuente y obviando que el sujeto con toda probabilidad lo sea, no les atrae trabajar. La única victoria que sirve es conseguir que se vaya sin tocarle un pelo, sin que sepa que acaba de nacer, sin que sospeche quien juega con quien, quien es más fuerte y salvaje; quien es poderoso de verdad.                                                                                                     

No le provocó, no grito, me disculpo cuatro veces y le digo que no lo haré una sola vez más; no se anima a pegarme, es patéticamente débil aferrado a su arma que ni siquiera se ha molestado en aprender a usar para sacarle partido, más partido. Le digo que con seguridad han alertado de lo que pasa, el cuartel de la guardia civil está a seis kilómetros, es una recta, cuatro minutos o menos si están en la vuelta y ya debe estar cerca de cumplirse ese tiempo. Yo quiero que lleguen, ¿quiere él que lo encuentren amenazándome con esa cosa?  No, no quiere, no puede permitírselo, por más que haya vociferado que no le importa nada ni siquiera ir a la cárcel. Menos de un minuto para salir pitando, le digo, remachando la idea insidiosa que le he implantado en eso que lleva en lugar de cerebro. Mastico el asunto unos segundos y dejó su hombría en la valija, espeto varias amenazas y se fue.                                                                                                          

Mire la hora, 1352 ya no llegaba a tiempo a la próxima entrega prevista, era una tienda que cerraba a las 1400; la anterior la hice a las 1337; era hora de parar a comer, podría hacer la entrega a las 1730, no pasaba nada. Había estado cerca, sudaba a mares, temblaba, el lado animal se había activado ante la posibilidad de una pelea, el corazón bombeaba desbocado, comer igual podía, la siesta no la dormiría ni a palos. Sentado, con el motor en marcha, antes de embragar y meter primera, agradecí al Judo y a quienes me han enseñado lo poco que se. Nuevamente el Judo me salvaba de mi mismo, no había heridos ni muertos; yo no tendría que responder por matar a un sujeto o haberlo lastimado seriamente, podía seguir con mi vida como si nada hubiese pasado. Y paso pero no paso. Es algo mágico, inexplicable, no ataco, no se atrevió y lo maneje todo el tiempo, jugué con él, hasta que decidió irse convencido de que lo había decidido él, libremente. Esa es una victoria que no se puede cuestionar y que se agradece, yo lo hago.

Hay mucho de Judo en este episodio y hay mucho de mí en él. ¿Fábula, cuento o verdad? Les dejo elegir la respuesta, cualquiera servirá. Algo es constatable para mi: cumplo el objetivo por el que me puse a estudiar y aprender Judo, consistente en mantener el control a toda costa y evitar las peleas. Esa tarde fui a seguir mis estudios de Judo y aprendí a hacer Sode Guruma Jime, una estrangulación, de una manera que no conocía y pude hacerlo porque fui capaz de evitar la pelea y tener que usar alguna técnica específica de combate de Judo para defenderme de ese sujeto pero claro, al final use mucho Judo para sacármelo de encima, la psicología también es un arma y una herramienta que si se entrena, funciona de maravilla pero solo si has entrenado de verdad, implicado, poniéndole ganas y entusiasmo por si la Vida reparte cartas y te da una mano horrorosa, con la que tenes que jugártela. No lo será tanto si el Judo está en tu vida.

sábado, 11 de junio de 2016

Estudiar, aprender, divertirse y ser mejor persona.


He escuchado decir que el Judo es aburrido. A mí me parece que nunca puede serlo: hay tanto que aprender, entender y dominar que honestamente, creo que quienes lo dicen, saben muy poco de Judo, otra cosa es que se piensen que saben mucho. Es tan entretenido como intensidad y ganas le pongas, no hay otra manera de expresarlo.  Si saludas con ganas al llegar al Dojo, haces el calentamiento esforzándote por hacer el máximo que seas capaz y seguís con las mismas ganas toda la clase, cada clase; aprenderás un poco, de lo contrario, será muy poco. Si faltas, te perdes cosas, no las ves y puede que no vuelvas a verlas, no todo es básico o parte de los fundamentos que se repiten constantemente; hay técnicas que no se suelen ver, hay que pensar que son muchas y todas tienen variantes y que se puede llegar a ellas de infinitas maneras. Si entrenas sin ganas, no sos intenso y faltas, no dudo de que te aburras pero el aburrido no es el Judo, es aquel que no es capaz de esforzarse para conseguir que el Judo sea tan interesante como para dedicarle años, mantenerse ilusionado y seguir estudiándolo. Y también que no es efectivo para defenderte. Que si un revólver, una pistola una ametralladora o un tanque le superan y cosas así.  ¿Qué puedo escribir? Tienen  toda la razón, cómprense cualquiera de esas armas y no se separen de ellas, ni siquiera duchándose. Donde yo vaya y este, estará mi Judo que de yapa, vela mi sueño. Cualquiera que haya entrenado de verdad, en serio cuatro años, sabe que al Judo le sobra eficacia. Y quienes lo dicen, no han pasado ese tiempo entrenando Judo con la seriedad que se le exigirá para que sea eficaz defendiéndote. Seriedad, ganas, intensidad, compromiso y otras cosas son necesarios para que vayas sumando conocimientos. Tenes que entrenar con seriedad y esforzándote; hay que obedecer al Sensei y a los cinturones superiores para llegar a un nivel donde no te aburras, seas efectivo y puedas disfrutar de esos conocimientos que de otra manera, no percibís. Ni siquiera sos capaz de ver: agarres, entradas, pasos, movimientos, contras, combinaciones de dos, tres, cuatro técnicas o más; encadenamientos y un largo etcétera.                              Nunca llegaras a esa clase, aburriéndote y creyendo que es algo que no sirve para nada, unos 34 años después de empezar a aprender Judo, en la que veas al Sensei explicar una estrangulación que conocía pero que se ve poco: Jigoku Jime y otra que no había visto nunca, esta  para contra de Kami Shiho Gatame. Preciosa, efectiva y que no se me habría ocurrido en mil vidas.  Cuando te atacan con ella, estando en esa situación, tenes que soltarte para defenderte, ya no lo inmovilizas, perdiste la ventaja y el  control;  probablemente debas rendirte. Realmente genial. Si algo que, estudio,  me mantiene 34 años después de empezar a hacerlo, ilusionado, evidentemente no puede aburrirme y cómo se que es efectivo: saquen el tatami y piensen que quien te ataque no sabe caer, ni defender el cuello ni una palanca ni tampoco un control en el suelo y que llevo 34 años repitiendo esas técnicas que ademas puse a prueba y forje templandolas de paso, compitiendo contra otros Judokas y que si  hace falta, solo debo hacerlas exactamente igual que en cada clase; pueden imaginar cómo terminará la cosa; yo sigo entrenando, estudiando y aprendiendo...disfrutando de ser Judoka. De caer, de lanzar, de buscar esa entrada que se te resiste esquiva, esa combinación que sentís que será una bomba, cuando la tengas afinada; de empapar el Judogui, de ir a entrenar tras un día nefasto a todos los niveles y al rato de empezar la clase, estar riendome encantado, al conseguir una entrada perfecta en Uchi Komi que no sale nunca en Randori y menos en Shiai pero que sigo buscando, porfiado, convencido de que al hacerlo no solo persigo dominarla, consigo aprender a tener paciencia, perseverancia, constancia, fe en mis posibilidades, capacidad analitica para descubrir donde fallo y arreglarlo. Aprendo que puede que no consigas tus objetivos pero creces como individuo en el proceso de perseguirlos, acorralarlos e intentar atraparlos. Y si al final, solo conseguí ser mejor persona que no Judoka, poco importará, no hago Judo, no lo estudió para ser un luchador, ya lo era antes de llegar al Judo; no lo estudió para imponerme a otros, eso es pura banalidad que no me adorna ni necesito; voy a Judo porque me ha ayudado y ayuda a ser mejor cada día, algo sobre lo que opino Jigoro Kano y muchos ignoran. Y de paso me divierto