Fui un joven complicado, di trabajo y jamás
me permito olvidarlo u obviarlo. Maestras, Profesoras, algún Profesor, eran
minoría, los Senseis y los alumnos aventajados; absolutamente todos trabajaron
activamente, duramente tratando de conseguir sacar algo de este payaso. Cada
uno en su parcela, cada cual, recurriendo a sus armas, todos volcados en salvar
al adolescente de sí mismo. La que más luchó fue sin duda mi madre, La Vieja;
fue una verdadera leona; revolucionaria, adelantada a su época y con las ideas
clara; era su retoño, era su responsabilidad y trabajo para corregir ciertos
aspectos que era menester cambiar. En conjunto, trabajaron para sacar algo
positivo; tenían una fe ciega en mí; hoy puedo intuir lo que veían que les
llevaba a alentar expectativas, como educadores estaban adiestrados en detectar
esos detalles que te hacen saber quién tiene posibilidades y quien no merece
nada pues no está dispuesto a dejarse ayudar.
¿Cómo pagas esa deuda? ¿Cómo podrías
devolver semejante esfuerzo? Entiendo que solo hay una manera: ayudar a los jóvenes
a encontrar su camino.
El día que me vi frente a una clase de niños que me miraban puro ojo gracias al Sensei que creyó oportuno ponerme al frente de la misma; empecé a colaborar con los padres a guiar a sus hijos. Simplemente paso y ya no he dejado de hacerlo; había descubierto la manera de pagar y quería, quiero hacerlo.
Hoy no estoy al frente de una clase ni soy el segundo de a bordo ni nada, soy un alumno más, pero aquella deuda persiste pues tiene intereses combinados que significa que jamás podré amortizarla. Ni quiero. Por eso hablo con quienes llegan al tatami, les explico cosas, les exijo otras; muchas veces generó risas de quienes llevan años en el Dojo al verme en acción ante las respuestas de esos jóvenes ante mis requerimientos. Soy muy plomo, muy pesado, muy exigente.
El día que me vi frente a una clase de niños que me miraban puro ojo gracias al Sensei que creyó oportuno ponerme al frente de la misma; empecé a colaborar con los padres a guiar a sus hijos. Simplemente paso y ya no he dejado de hacerlo; había descubierto la manera de pagar y quería, quiero hacerlo.
Hoy no estoy al frente de una clase ni soy el segundo de a bordo ni nada, soy un alumno más, pero aquella deuda persiste pues tiene intereses combinados que significa que jamás podré amortizarla. Ni quiero. Por eso hablo con quienes llegan al tatami, les explico cosas, les exijo otras; muchas veces generó risas de quienes llevan años en el Dojo al verme en acción ante las respuestas de esos jóvenes ante mis requerimientos. Soy muy plomo, muy pesado, muy exigente.
Va un ejemplo: Un cinturón blanco está
desparramado en el tatami, las piernas estiradas, la espalda apoyada en la
pared mientras el Sensei explica el próximo ejercicio. Le veo y voy hacía él
que al verme pega un salto y se para recto, provocando las sonrisas y risas de los alumnos que
llevan tiempo aprendiendo Judo que menean la cabeza. Sabía perfectamente que no
debe estar así; se le ha explicado y de ahí su reacción. Di media vuelta y volví
a mi lugar. No hace falta absolutamente nada más. Sobra una mirada cuando el estudiante sabe que debe y que no debe hacer; extrapolando, sobra una mirada cuando está por cagarla o una charla breve si la cosa lo amerita. No sirve de nada enseñar a combatir si se olvida enseñar el marco para administrar dicho poder que pasa por ser personas con criterio, valores, responsabilidad, compromiso y ganas de hacer las cosas lo mejor que puedan; entre otras.
No hay guerras en las que estemos inmersos. no directamente; ya no vamos a la batalla y eso implica que más que nunca debamos ser estables, tener autocontrol, educación, paciencia...un guerrero tiene que convivir en paz con sus semejantes cuando no va a guerrear. Un Judoka es un guerrero adiestrado en el arte del combate sin armas externas, tiene un cerebro, un cuerpo, un espíritu y una formación que le pone por encima de quienes no hayan estudiado ningún Arte Marcial o sistema de combate sin armas; no podemos permitirnos el lujo de no enseñarle a administrar dicho poder en beneficio de la sociedad.
No hay guerras en las que estemos inmersos. no directamente; ya no vamos a la batalla y eso implica que más que nunca debamos ser estables, tener autocontrol, educación, paciencia...un guerrero tiene que convivir en paz con sus semejantes cuando no va a guerrear. Un Judoka es un guerrero adiestrado en el arte del combate sin armas externas, tiene un cerebro, un cuerpo, un espíritu y una formación que le pone por encima de quienes no hayan estudiado ningún Arte Marcial o sistema de combate sin armas; no podemos permitirnos el lujo de no enseñarle a administrar dicho poder en beneficio de la sociedad.
Cuando una candidata o candidato a ser
atendido especialmente llega al tatami les digo que se tienen que ganar el
derecho a que les cuente mi historia, dentro de cinco años a partir de ese
momento. Para que eso ocurra tienen que empezar desde ese instante a portarse
mejor en casa y deben subir las notas; y por supuesto: deberán aprender Judo.
No es negociable. Madres
y padres valoran positivamente mis maneras, ese plus que le pongo y como
consigo respuesta de sus retoños. Salvar a todos no es viable, tienen que
querer y poner de su parte; inevitablemente algunos no alcanzan el objetivo
pues abandonan el estudio del Judo al poco de empezar y dejo de tener
influencia sobre ellos; los que persisten consiguen mejoras notables a todo
nivel; es lo que tiene el Judo, hace parecer fácil lo difícil. Acá estoy yo
para demostrarlo; no pintaba nada bien.
Hay varios que ya han cumplido el tiempo,
ninguno ha querido saber más de lo que fueron descubriendo clase a clase; dejó
de importar quién fui, valoran quien soy; sus padres lo que consigo de sus
hijos y yo voy tratando de devolver un cachito de lo recibido. Encontrarme con
unos y otros es espectacular, saber que te agradecen sinceramente el aporte me
llena de satisfacción; haber colaborado para ayudarles a encontrarse es
hermoso; ser abrazado con esa intensidad reconforta; ser querido y respetado
por dicha colaboración es un plus que atesoro. Saber que les ayudaste, pues te
lo dicen claramente, hace que cada día sienta que es algo que debo hacer.
Todos ganamos: Beneficio y prosperidad mutuos. Para quienes no lo saben y para quienes lo han olvidado: uno de los Principios del Judo. Como siempre recalcaban cuando era joven: El Judo ni empieza ni termina en el tatami.
Todos ganamos: Beneficio y prosperidad mutuos. Para quienes no lo saben y para quienes lo han olvidado: uno de los Principios del Judo. Como siempre recalcaban cuando era joven: El Judo ni empieza ni termina en el tatami.
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